-No es frecuente que los historiadores se dediquen a investigar sobre el mundo del caballo. Como dice en el prólogo de su obra ‘Las Caballerizas Reales de Córdoba en el siglo XVI. Un proyecto de estado’, publicado por la Universidad de Sevilla, ¿el caballo ha merecido la atención que su importancia requiere?

-Posiblemente sí desde otras vertientes, la de los especialistas en este animal, pero no desde el análisis histórico. A partir de la década de los 90, la historia rural se estudia muy poco y, dentro de ella, la ganadería equina no ha despertado casi ninguna atención, aunque como en el caso de las Caballerizas concurran factores socioeconómicos y políticos que desbordan ampliamente el marco caballista.

-¿Por qué Córdoba y no Jaén o Jerez?

-En el proyecto inicial la base estaría en Córdoba, pero con el complemento de Jerez y Jaén, lo que por diversas razones no llegó a materializarse. La elección de la ciudad cordobesa parecía suficientemente coherente, tanto por la tradición, recursos y calidad alcanzada por la cría caballar en esta zona, como por estar afincado en ella el principal artífice de este proyecto, como fue don Diego López de Haro.

-¿Tan importante ha sido Caballerizas como para ser un proyecto de Estado, del Estado Moderno?

-Hay que entenderlo en clave de sociedad del siglo XVI. Simplificando una problemática muy compleja, debemos destacar que la implicación de Felipe II en el proyecto va mucho más allá de una afición personal. En estos momentos existe una identificación entre Corona y Estado. Los objetivos que se desarrollan difieren de los enunciados previamente y con la búsqueda de un caballo como auténtico producto de lujo a un precio impagable destinado a la Casa Real, lo que se refuerza es el prestigio del Rey y, por ende, el del Estado, en este caso la monarquía hispánica.

-¿Suponen las Caballerizas Reales de Córdoba un punto de inflexión en el caballo en España, el nacimiento de una nueva raza?

-Eso sobrepasa las competencias del historiador. Se puede señalar que la palabra raza se emplea en el siglo XVI con un sentido más general que en la actualidad, casi como un sinónimo de ganadería. La apuesta era claramente por la excelencia y en ella las características morfológicas constituían solamente una parte de lo que se pretendía. Esta finalidad se persigue no solamente con los caballos españoles, sino también con los de otras nacionalidades que también se crían en el complejo de Caballerizas Reales.

-Usted indica que Caballerizas es en la actualidad una pieza fundamental en el patrimonio de Córdoba. Hoy, el edificio es motivo de una negociación sobre la cesión por parte del Ministerio de Defensa al Ayuntamiento. ¿Cree que debe seguir, como hasta ahora, utilizado por el caballo?

-Desconozco los términos de dicha negociación. La lógica indica que, cuanto más próximo esté el aprovechamiento al uso original para el que fue concebido, más eficaz resultará la conservación de un legado patrimonial.

-Afirma que hay mucha documentación sobre las Caballerizas Reales de Córdoba que se ha empleado para divulgación. ¿Escasean los trabajos con rigor histórico sobre este edificio?

-Esta afirmación sería más válida para cuando comencé la investigación en 2010. En los últimos años, no solamente el edificio, sino la institución de Caballerizas Reales ha merecido una mayor atención, como lo prueba el trabajo de Ruiz Gálvez o los importantes congresos coordinados por los profesores Aranda Doncel y Martínez Millán.

- ¿Piensa continuar investigando sobre Caballerizas?

-Mi marco de especialización se reduce a los siglos XVI y XVII. Mantengo abierta una línea de investigación sobre la cría caballar y en ella siempre contaría con un papel protagonista lo relacionado con Caballerizas Reales.