Al primer gran debate de esta campaña electoral, histórico por ser el primero en transmitirse por internet, faltó el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy.

Su atril quedó significativa- mente vacío ante la presencia de Pedro Sánchez, Albert Rivera y Pablo Iglesias. Al próximo debate está anunciado que enviará en su lugar a Soraya Sáenz de Santamaría, que es como si un torero mandara matar al toro a uno de sus banderilleros. En el coso taurino, el Respetable no soportaría semejante insulto. Sin embargo, el Despreciable (que es como denomina Sánchez Ferlosio al típico asistente a los mítines) no solo seguirá votando a su candidato sino que, con esa mezcla de inocencia e ignorancia que caracteriza el cinismo de las almas bellas, presumirá de que ganó dicho debate.

Esta deserción de Rajoy lo descalifica para llegar a ser de nuevo presidente del Gobierno. Su cobardía supone una ofensa no solo a sus votantes sino al cuerpo electoral en pleno, ya que una democracia si no es debate y argumentación queda reducida a un simulacro de participación.

A Mariano Rajoy le gusta dar ruedas de prensa parapetado tras una pantalla de plasma que le hace de burladero en el que refugiarse ante las preguntas incómodas de los periodistas, a los que teme más que un lidiador mediocre a un Miura.

Gonzalo Torrente Ballester escribió una Crónica del rey pasmado , pero hoy nos divertiría con una Historia del presidente plasmado .

El miedo del presidente ante el debate es un síntoma de una carencia más profunda y acusada. Si algo ha caracterizado los años de su presidencia ha sido el marasmo intelectual y la parálisis ejecutiva.

Hemos sido gobernados de facto los españoles desde las instituciones de la Unión Europea. Pero es que para tener ideas innovadoras hace falta argumentación, conflicto, interacción. En una palabra, debate.

Al huir del intercambio de golpes dialécticos, Rajoy se revela como lo que siempre ha sido: un vegetal político que ni siente ni padece. Es hora de cambiar no solo la tierra al tiesto.