Alejandro Ruiz-Huerta es el último sobreviviente de la matanza de Atocha, en la que fueron asesinados en enero de 1977 cinco personas en un despacho laboralista de CCOO. Otras cuatro salvaron la vida, aunque, a excepción de este profesor de Derecho de la Universidad de Córdoba, todos han fallecido. Ruiz-Huerta presentará hoy en La República de las Letras la reedición de su libro La memoria incómoda. Los abogados de Atocha. Junto al escritor Joaquín Pérez Azaústre, disertará hoy sobre la memoria de Atocha y la transición.<b>

-¿Qué debe recordar la sociedad de la masacre de Atocha?

-Lo que más importa es que la sociedad sepa que empezar la democracia fue mucho más duro de lo que parece. No fue un camino de rosas, sino que fue muy duro. A pesar de que hoy se critique tanto la transición, fue un proceso de muchísimo compromiso, de mucha energía y voluntad de cambio y ahí hubo bastante gente que se jugó la vida. El momento clave de la transición, como pudo ser Atocha y algunos otros hechos, entre 1976 y 1979, fueron siempre momentos colectivos. Hoy recordamos Atocha porque soy el único sobreviviente. Entonces éramos un conjunto de personas que trabajaba en equipo, política, sindical, profesional y humanamente y eso es un tributo a la sociedad actual que merece la pena recordar.

-¿Por qué se critica la transición?

-Me parece lógico una crítica, porque la forma en que la transición ha llegado ha sido bastante mala. Ha sido un planteamiento de una transición plana, romántica, como si todo estuviera muy bien. Fue un proceso de cambio de una dictadura a una democracia. Hubo muchas miles de personas que nos jugamos la vida y que sabíamos lo que hacíamos por conseguir la libertad y la democracia para todos. Posteriormente, la historia ha ido muy deprisa. Pero hay que conocer la historia de este país para saber lo que significa de verdad la transición.

-¿Por qué la memoria sigue siendo tan incómoda en España?

-Porque nos hemos acostumbrado a esa forma de funcionar. Hemos tenido muchos falseamientos de nuestra historia y se han dejado vacíos en la historia. Cuando se retoma la realidad es muy difícil volver a tener una perspectiva de lo que fue, de lo que tratamos de contar, y éste es un error tremendo. Hay una responsabilidad de las instituciones públicas grandísima, porque los 18 gobiernos de este país tienen una responsabilidad muy grande en desarrollar una política de la memoria que satisfaga a toda la ciudadanía. Cuando pensamos en la necesidad de investigar las más de cien mil personas que todavía están en las cunetas, no es por ningún espíritu de venganza, sino por la necesidad de que toda la gente de este país esté tranquila y serena, que no necesite hablar en voz baja porque habla de sus muertos y debe hacerlo con total naturalidad. Nadie quiere pedir venganza, ni responsabilidades. Otra cosa son las responsabilidades judiciales que puede haber, pero las instituciones del país deben coger la situación y hacer una política de memoria seria y reconocer lo que hay que reconocer.

-En esta recuperación de la memoria. ¿Cómo ve el presente al que se han adherido sustantivos como paro, corrupción, demagogia...? Seguro que éste no es el presente deseado.

-No, la verdad es que no. Tenemos un presente complejísimo. Entendemos que las cosas tienen que cambiar por la presión que hay. La crisis, que no es una crisis económica, sino civilizatoria, y la corrupción, que afecta al PP, pero también a otros grupos y partidos políticos. Nuestra democracia es imperfecta y hay muchas cosas que cambiar. Probablemente estemos en una ocasión especial, pero la más difícil para cambiar por la pluralidad que hay en el Parlamento.

-¿Qué echa en falta de los jóvenes?

-Están bastantes dormidos. Llevo más de 40 años dando clase en la universidad, siempre en primero de Derecho, pero hay tanto aturdimiento con la pluralidad de fuentes informativas que tenemos, con las fuertes fuentes expresivas que tenemos. Se han pegado de tal manera a las redes sociales que es terrible. Todo eso produce confusión. Hay falta de reflexión, vivimos en una sociedad atropellada y los jóvenes todavía más. Y la universidad se ha adaptado a esa realidad. Deprisa y corriendo, tratando de cubrir agujeros, pero la evolución de la historia real va muy por encima de nosotros.

-¿Qué no le han preguntado de la masacre de Atocha?

-No conservo ningún hueco, ningún iceberg oculto de la historia de Atocha. Me hubiera gustado que se hubiera investigado más lo sucedido en Atocha, que no pudo ser, porque el juez que estuvo en la tramitación del expediente se negó a hacerlo. Hay muchas cosas que se quedaron a medias. Todavía hay necesidad de que se abran los archivos públicos en todos los temas vinculados al corazón de la transición.