Periodista, escritor, autor de teatro, cineasta, actor y pintor, reedita 'Doble Dos' y publica su última novela, 'Con el cielo a cuestas', homenaje al París de sus sueños

--Periodista, escritor, cineasta, dramaturgo, actor, pintor. ¿Qué dejó de hacer mientras tanto?

--Algo inconfesable. No podría decirlo si no es delante de mi abogado.

--Reedita 'Dobles Dos', una novela que iba a ir al cine con guión de Peckinpah y suyo, pero la situación económica de él rompió el proyecto.

--Efectivamente. Hizo antes una película en la antigua Yugoslavia que tenía el mismo presupuesto que Doble Dos , de 5 millones de dólares, y se pasó a 18 millones, lo que espantó a los productores.

--Narra un supuesto atentado contra Franco y la publica en 1974. ¿Se volvió loco usted o el régimen?

--El editor Lara. Mejor dicho, tuvo una brillante idea porque, para que la novela pasara la censura, se hizo una foto entregándosela a Franco. Entonces esa foto paralizó los deseos de recortes.

--Dice: "Yo quiero tener éxito- No quiero ser un marginado". ¿Esta crisis también lo margina de alguna manera?

--No noto diferencia. Creo que siempre he estado en el mismo estatus . Es curioso porque, para ser un marginado, me felicito de haber hecho veintitantas películas y casi también veinte libros y casi 200 spots publicitarios.

--También publica nueva novela: 'Con el cielo a cuestas'. La historia tiene su génesis en aquel París de ensueño. ¿Qué queda de él?

--En realidad, queda el ensueño. Para mí, París sigue siendo el París soñado antes de conocerlo y, tras conocerlo, sigo remitiéndome al París soñado, al mítico.

--El libro es un homenaje a aquel París, pero también una condena a la Francia que desató varias guerras coloniales.

--Sí. Conviví con la etapa de Argelia y, bajo el glamour aparente, corrió la sangre y la tortura.

--El libro es una novela de aventuras, un juego y un homenaje a los mitos: Brassens y Camus.

--Sí. Por eso digo que siguen existiendo en mi memoria como si realmente estuvieran todavía vivos. Pero el primer título del libro, Pájaros muertos en París , aludía precisamente a todos estos personajes que ya no están.

--Quemó las obras de teatro que había escrito. ¿Valió la pena?

--Nunca me he arrepentido de haber quemado mi pasado delictivo, tal como lo llamo. Ahora lo que pasa es que es más difícil quemar las películas. Pero no me he arrepentido nunca.

--Dice usted que el cine todavía no se ha emancipado de la literatura ni del teatro. ¿Aún no?

--No. Desde luego, yo creo que en la base de toda película hay una pieza literaria que se llama guión. Incluso, aunque pretenda estar extraída de la vida misma, siempre es una anécdota que se cuenta. Por tanto es literaria.

--También se ha dedicado a la publicidad. Casi 200 anuncios. ¿Qué le dio ese mundo de la literatura y del cine?

--La transición para llegar a hacer una película que me obsesionaba, Epílogo , y que por fortuna me abrió las puertas del cine que quería porque tuvo éxito, pero me costó cinco años haciendo spots publicitarios.

--"Soy un hombre de ficción porque es la forma de protegerse de la vida". ¿Cómo le va con esa identidad?

--Los niños nos refugiamos, incluso de mayores, en los cuentos, no sé si de hadas. La vida a secas es dura.