Esa fina línea que separa la vida de la muerte está compuesta de un sinfín de puntos que se unieron el pasado miércoles en el destino de una mujer china de 45 años que cayó al río entre el Puente Romano y del Miraflores. Se da la circunstancia de que quienes serían sus salvadores se encontraban muy cerca --en la Calahorra-- cuando el 091 dio el aviso. En contra tenían la escasa iluminación (eran las 22.45 horas), las peligrosas corrientes del caudal en esa zona, la dificultad de pasar de la orilla por la abundante vegetación, el barro y la baja temperatura del agua. Sobre estos condicionantes se impuso la voluntad de llegar hasta el final de Fernando Triguero, de 28 años, y José David Serrano, de 33, dos policías nacionales que acudieron a la llamada.

"Decidimos acercarnos a la orilla mientras otro compañero intentaba ver lo que ocurría desde lo alto del puente", cuentan casi al unísono, "pero solo escuchábamos un pequeño gemido y un chapoteo. Ciertamente no veíamos nada, así que nos tuvimos que orientar por el oído". Es más, las luces de la Ribera "hacían como un espejo que dificultaba la visión".

José David, con experiencia en natación --"pero nunca con ropa y zapatos"--, se echó al río hasta llegar a la mitad del cauce, mientras que Fernando salvó la vegetación y con el agua por la cintura seguía en paralelo a su compañero. Vestidos y con armas se hacía complicada la búsqueda y en un determinado momento "creí que a mí también me tendrían que socorrer porque la corriente me llevaba y opté por nadar en vez de andar. Pasé miedo". Recorridos unos 150 metros "vi algo que parecía una roca". Era la accidentada, que estaba boca abajo, y José David la agarró por el cinturón y le dio la vuelta. Allí, en el agua, empezó las maniobras de reanimación y la mujer reaccionó con violencia. "Cuando oí 'la tengo' fui hacia él", relata Fernando, y entre los dos consiguieron llevarla a una "entrada más firme de tierra cerca del Puente Romano".

Los médicos y los bomberos los recibieron "exhaustos, con mucho frío" y doloridos del esfuerzo y de los golpes que les propinó la accidentada. Arropados con mantas térmicas para mitigar la hipotermia aún no habían comprendido en su totalidad lo que habían hecho. Una vez en casa, "no podía dormir", señala Fernando, "llamé a David y le pasaba igual", que estuvo "en el sofá, viendo la tele". "Cuesta asimilar lo que hicimos, pero es muy gratificante salvar una vida y estamos orgullos de ello".

Y orgullosos de ellos están los mandos. Tanto, que el propio director general, Ignacio Cosidó, les ha felicitado. El comisario provincial Francisco Perea, Pedro Jiménez Barea, jefe de la Unidad de Coordinación Operativa, y dos sindicatos han propuesto su ingreso en la Orden del Mérito Policial. "Fue un acto reflejo; lo hicimos sin pensar y lo volveríamos a hacer", una frase que resume como pocas que los héroes aún existen.