Aitana, Mario, Vicente y Eliseo, los cuatro hijos de Pepe y Maite; los nietos de Lola y Eliseo; los bisnietos del bisabuelo Antonio, el fundador de La Flor de Levante, serán los últimos que regenten el negocio en Las Tendillas. La venta de la casa de los Condes de Colomera, sobre la que se venía hablando desde hacía al menos un año, se confirmó en septiembre, así que diciembre del 2016 pasará a la historia como el del último turrón. «Seguiremos en Ronda de Tejares», recuerda Aitana, que prefiere mirar hacia adelante con sosiego y sin descartar que los nuevos propietarios, cuyos planes pasan por transformar el edificio en un hotel de lujo, cuenten con ellos. «Ya veremos lo que nos depara el futuro». Pese a la cuenta atrás (el 22 de diciembre será su último día), Aitana y Mario, tras un mostrador repleto de turrones, polvorones y demás delicias de Jijona, despachan a la clientela con la mejor de sus sonrisas. A Pepe, el poli local más dicharachero de Las Tendillas, se le ve estos días un poco depre. «No quiero que se vayan», dice cabizbajo. Con él coinciden Ángela, muy triste por la marcha de los Espí, o vecinos de otros negocios como Javi, Antonio y Mari, que también les han mostrado su apoyo. «Hemos recibido un aluvión de cariño y estamos muy agradecidos», afirman los hermanos, cuya mayor preocupación es «cuidar de los empleados y reubicar a todos los que podamos». En la memoria de la familia quedan mil y una historias. «Uf, lo hemos pasado muy bien», comentan entre ellos, «¿te acuerdas de la Nochevieja que pasamos aquí, que cenamos sushi?», comentan entre ellos, «hemos vivido el ascenso del Córdoba, atendido a actores del Gran Teatro que volvían después de cada función a por su horchata o su helado, novios de boda sentados en la terraza, en el 2013 casi salimos en barca en Semana Santa cuando llovió tanto... acuérdate, y mil cosas, un chico de Jijona que se emociona al ver de dónde venimos, pandillas de chavalillos que vienen todos los días a por su batido de oreo o nietos que siguen pidiendo turrón porque lo han aprendido de sus abuelos». Algunos, incluso, les han propuesto recoger firmas. Pero ellos prefieren irse sin hacer mucho ruido. «Es ley de vida», dicen tras recalcar que no tienen queja de Doña Magdalena y sus herederos, propietarios aún del inmueble, a la espera de la firma de escrituras, porque siempre han cumplido lo estipulado. Pese a todo, «da pena, hemos echado los dientes aquí». En el local de al lado, Pañerías Modernas, hacen oídos sordos al aviso, al menos de cara a la galería, y continúan su actividad como si nada, evitando hablar del tema. Por su parte, los herederos de la condesa de Colomera confirman que ya han comunicado a ambos negocios el plazo estipulado para desalojar los espacios. «Hay un preacuerdo firmado, un anticipo por la compra y esperamos concretar la venta antes de que acabe el año aunque podría demorarse un mes o dos», afirman. Los nuevos dueños, una cadena catalana, quieren convertir el edificio «cuanto antes» en un hotel de lujo. «Desde el 2013 ha habido varias ofertas, algunas quijotescas, pero esta última es la que se ha encarrilado y a un precio razonable, no ha sido un pelotazo», señalan, «es un espacio ideal para un hotel que esperemos traiga mucho empleo a Córdoba».