-¿Cuántos enfermos le llegan sin cita previa a la consulta?

-Más de los que quisiera y menos de los que la situación actual haría previsibles. Muchos necesitan realmente venir sin cita, y hay otros que vienen por los motivos más insospechados.

-¿Ejercer la medicina hoy con la competencia de Google os complica la vida demasiado?

-Hay compañeros que dicen que sí. Yo creo que la consulta en Google es inevitable y lo que tenemos que hacer es orientar a las personas dónde Google es fiable. Es decir, dar las fuentes donde mirar.

-Para Teo, tu personaje, un tipo tirando a hippie, no es fácil ser médico hoy. ¿Tanto ha cambiado la profesión?

-Ha cambiado muchísimo. Los médicos nos adaptamos o quedamos en el intento. Los pacientes van necesitando otras cosas y nosotros como médicos de familia tenemos que dárselas.

-Su libro parte de experiencias propias y de colegas del gremio. ¿Aún lo saludan por los pasillos?

-Aún sí, pero igual es que todavía no se han terminado el libro (ríe). No sé. Dentro de un mes te contesto.

-Médico de familia, actor, director de teatro y formador en presentaciones creativas. Con razón no hay trabajo para los demás.

-La verdad es que tengo algunas cosas pendientes que hacer, pero todavía no he encontrado hueco. Bueno, no todo lo que hago es remunerado. Quito trabajo pero a lo mejor no sueldo (ríe).

-Trabaja sin cronómetro para dedicar a sus pacientes el tiempo que necesitan. ¿Suele almorzar con los pacientes en la consulta?

-No. Almorzar, no. Pero hay veces que llega una hora a la que te apetecería tomar al menos una tapa.

-Amante del chocolate negro y de la vida. Considerando que eres médico, ¿en ese mismo orden?

-Pese a ser médico, por ese mismo orden. El chocolate es un ingrediente clave para disfrutar de la vida.

-Manu Sánchez, que prologa su libro, escribe que al médico uno no va solo si tu madre puede evitarlo. ¿Cuánto de verdad queda de este mito?

-Muchísimo. Lo que pasa es que a veces la madre se convierte en la mujer, o en la abuela, o en la hermana. Pero la imagen sigue permanente.

-Escribe el humorista en el mismo prólogo que no hay nada más duro que una dieta blanda.

-(Ríe). La dieta blanda es un clásico que es difícil de llevar. Los médicos lo primero que hacemos es quitaros cosas que os gustan y cosas que os satisfacen. Deberíamos hacérnoslo mirar.

-¿La crisis ha tratado a los médicos igual que al resto de ciudadanos o todavía os sentís unos privilegiados?

-Somos privilegiados los que tenemos trabajo, pero hay muchos médicos que están con contratos terribles. Y los que tenemos trabajo es verdad que las condiciones laborales sí se han venido muy abajo. Pero las comparaciones son odiosas. Teniendo trabajo, creo que está muy feo quejarse.

-Usted que sabe de diagnósticos. ¿Cuánto le queda de vida a la sanidad pública?

-Quiero pensar que tiene una enfermedad crónica, que se llama crisis, pero que no podrá con ella. No curaremos la crisis, pero la sanidad pública debe permanecer. Ese debe ser nuestro propósito.

-El libro recoge algunas perlas de sus pacientes. Esta, por ejemplo: “Tomo alpiste para bajar el colesterol. Los pájaros lo tienen bajo… ¿no?”.

-Lo del colesterol me preocupa especialmente porque hemos generado tal pánico con el colesterol, con ciertos intereses comerciales, que hay que empezar a desmontarlo. Ese miedo no es normal ni sano.

-O esta: Me duele el estómago desde que me presenté a la Reválida de Sexto». ¿Son dolores de la nostalgia?

-Sí. Los dolores que tenemos de toda la vida nos acompañan desde el principio y, aunque no tengan solución médica, buscamos opiniones hasta que una nos deja satisfechos.