El espeto malagueño, ese plato cuyo olor transporta automáticamente a la Costa del Sol, con sabor a playa y vacaciones, sigue dando pasos para incorporarse a la lista de tradiciones declaradas por la Unesco Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, en la que ya figuran el flamenco, los patios de Córdoba o las Fallas de Valencia. Convencidos de su atractivo singular, los chiringuitos de Málaga se mantienen fieles a la costumbre y, en estos días, raro es el que no luce la típica barquita en su entrada, invitando al paseante a hacer un alto en el camino. Aunque solo sea para recargar las reservas de vitaminas, minerales y omega 3, ese elemento tan necesario para combatir el colesterol. Los cordobeses que pueden, a menudo dan el salto para dar cuenta de un buen plato de sardinas en su hábitat natural, si bien hace tiempo que el espeto (sin brisa marina) está presente en la carta de verano de varios establecimientos de Córdoba.

Es el caso de el restaurante Las Torres, situado en la carretera de Palma del Río, que cada año ofrece a sus clientes el espeto de sardinas como especialidad de la casa. «Lo servimos de lunes a domingo a partir de las 20.30 horas», explica la jefa de cocina, «es un clásico nuestro desde hace años y hay muchos clientes que vienen para darse el gusto». Entre los clientes de Las Torres predominan las familias. «Por la zona hay muchas parcelas y hay quien viene con los niños para tomarse sus espetos mientras ellos se entretienen en el parque de bolas», asegura.

El público familiar y el juvenil se mezclan cada noche en el chiringuito del pantano de La Breña, donde el olor a espeto se repite en época estival desde su apertura en el 2013. «Los servimos en verano de lunes a domingo por la noche, y sábados y domingos también al mediodía», detalla el gerente, Rafael Roche. Ayer fue una excepción, ya que las altas temperaturas obligaron a suspender la sesión del mediodía. «Era inhumano tener una persona en las brasas con este calor», comenta Roche, que anima a degustar este plato rico para el que solo se necesitan sardinas, sal, brasas y un pincho. En el chiringuito, el espeto sale a 4,50 euros. Una vez allí, junto al pantano, hay quien salta al cocktail para vivir la noche en un entorno con cuatro o cinco grados menos que en la capital. «Tenemos público muy variado, mucha gente que viene al pantano a bañarse o con su barquito, pero también jóvenes y familias que llegan expresamente a comer o cenar», afirma. Esa era la filosofía del chiringuito cuando lo crearon los hermanos Roche. «Somos de Almodóvar, compramos un barco y nos dimos cuenta del potencial del pantano, donde no había este tipo de negocio». Eso se llama ojo clínico.

Quienes no deseen salir de la capital, también tienen opciones de darse un homenaje espeteño, en pleno centro, en el Mercado Victoria. La Pescadoteca ha incorporado este verano como novedad este plato. El precio, 8,90 euros un plato de 6 o 7 sardinas a la brasa, según el peso. «Está siendo muy demandado por los clientes», comentan los camareros, que destacan también otros platos marinos de su carta como el pescaíto frito, los marinados o el pulpo a la gallega.

Los que prefieren la versión casera de un plato tan rico como económico, aprovechan las explanadas de El Arenal para brasear cuando cae la noche sus sardinas, de diversos tamaños, con pincho o sin él. Una costumbre, la de airear las noches de verano en este enclave, arraigada entre muchos cordobeses y que quizás aspire también un día a ser Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.