-Defíname brevemente a la Simone de Beauvoir que describe en su libro.

-Es una Simone de Beauvoir muy cercana, una mujer corriente. Era una mujer con un carácter muy poco convencional, ambiciosa, fuerte, muy decidida y muy curranta.

-¿Hubiese sido la misma sin la sombra de Jean-Paul Sartre?

-Digamos que hubiese empezado a volar antes sin la sombra de Jean-Paul Sartre. De alguna forma se acompañaron, pero yo creo que ella tenía muchísima más luz que él.

-¿Sigue siendo una referencia para la mujer de hoy o han cambiado mucho los tiempos?

--No es una referencia actual porque no la conocemos. No la podemos leer porque es difícil acceder a su literatura, a sus libros. Pero esta biografía tiene la vocación de que vuelva a ser una referencia.

-Dice que de ella se ha escrito mucho, pero se la ha leído poco. Es decir, que en el fondo sigue siendo una desconocida.

--Sigue siendo una desconocida porque es muy difícil acceder a su literatura, a sus libros. Aparte de El segundo sexo, es una lectura de difícil acceso. Entonces, a mí de esta biografía, lo que me gustaría es que sirviera para llegar a la obra de ella, para conocerla y para que la leyésemos.

-Al igual que Simone, piensa que el feminismo de hoy debe hacer una genealogía para redescubrir a las mujeres del pasado.

-Sí. La genealogía es un concepto muy importante. Esa necesidad de recuperar a nuestras madres y a nuestras abuelas literarias. No somos las primeras y los problemas que tenemos hoy también los vivieron ellas y la mejor manera de entendernos es conocer sus obras y sus vidas.

-Había una dependencia económica, al menos al comienzo, y emocional con Sartre. ¿Llegó a superar ese papel de dependencia?

-Ella era muchísimo más talentosa y mejor escritora que Jean-Paul. Cuando ganó el premio Goncourt con Los mandarines es cuando pudo comprarse su primera casa, un estudio, y volar. Y ya no necesitó económicamente más nunca a Jean-Paul.

-Su padre fue su primera influencia. Para él, ella era especial. ¿Cómo fue aquella relación?

-Al principio su padre fue esa primera referencia, y yo creo que la vocación literaria le vino de él. Yo creo que, sin influencia de su padre, no se le hubiera despertado tan tempranamente esa vocación por la literatura.

-Dice que a Simone de Beauvoir se la juzgó por su vida sin tener en cuenta su obra.

-Por El segundo sexo la llegaron a llamar ninfómana priápica, madre clandestina. Ahí se dio cuenta de que ese lector ideal para el que ella escribía, masculino, la empezó a considerar como una mujer que no tenía autoridad, porque hablaba de cuestiones que en ese momento eran tabú.

-De haber vivido hoy, piensa que hubiese sido más periodista que filósofa, porque le gustaba contar el mundo. Y que las mayores críticas que recibió fue por ‘El segundo sexo’.

-Yo creo que hubiera sido una gran cronista. En sus textos hay una vocación por contar la vida, por contar lo que veía, y yo creo que, más que filósofa, podría haber sido una cronista fantástica y genial.

-Al final de su libro, sentencia: «Escribir siendo mujer tiene mucho que ver con la precariedad, el fracaso y la ansiedad: con el pijama, la bata y las amigas». ¿Habla de usted, de ella, de todas?

-Hablo de nosotras. Sí. De las civilas, que diría Remedios Zafra, de lo difícil que es escribir para una mujer y poder vivir de ello, ¿no? Todavía hoy.