Bibián Ortega Lopera lleva vinculado al hospital Reina Sofía desde los inicios del complejo en 1976, tras acabar Enfermería en Jaén, su ciudad natal. Aunque oficialmente forma parte de la Coordinación de Trasplantes del hospital desde 1990, desde mucho antes ha participado en los trasplantes, como el primero del Reina Sofía en 1979. Puede presumir de haber aportado su granito de arena, en la coordinación intrahospitalaria y como perfusionista, en prácticamente la mitad de los injertos que se han efectuado en el complejo, unos 3.500, entre ellos el primero de corazón en 1986. Además, es de los coordinadores de enfermería de trasplantes que más años lleva trabajando de España.

-El lunes comienza la 14 Semana del Donante, que organiza anualmente el Reina Sofía para concienciar a la población de la necesidad de donar los órganos para ayudar a pacientes que están a la espera de un trasplante. ¿Cómo ha cambiado el proceso de donación y trasplante desde 1979?

-En la etapa de los primeros trasplantes, el donante habitual de órganos era una persona que fallecía a corazón parado por una parada cardiorrespiratoria. Poco a poco, entre 1979 a 1993 se fueron implantando en el Reina Sofía los distintos trasplantes de órganos y tejidos, gracias a la mejora de las técnicas de preservación, los avances quirúrgicos, la mayor concienciación con la donación de órganos y la incorporación de más eficaces tratamientos inmunosupresores que ayudan a los trasplantados a ganar supervivencia. Desde hace años el donante más habitual es el que presenta muerte encefálica, defunción que se comprueba tras realizar diversas pruebas que certifiquen la muerte y se ha reducido mucho el tiempo que transcurre entre la extracción de los órganos y el trasplante.

-¿Por qué decidió formar parte del equipo de trasplantes?

-Fue un poco casual. Trabajaba en los inicios en Cirugía Digestiva, con el doctor Gonzalo Miño, mientras que al frente del Servicio de Cirugía estaba el doctor Carlos Pera. El primer coordinador de trasplantes del hospital, Alfonso del Castillo, me animó a formar parte de la Coordinación de Trasplantes, con la que ya venía colaborando de forma parcial, al igual que mi compañero José Luis Medina, también enfermero, que ha estado en la coordinación intrahospitalaria hasta el pasado año.

¿Y cuál es su misión como coordinador intrahospitalario y como perfusionista?

-El perfusionista es el encargado de controlar la máquina que hace la función de corazón y pulmón en las operaciones. En la coordinación contribuyo a que se realice con éxito el traslado de los órganos desde el centro donde se produce la donación, cuando no tiene lugar en el propio Reina Sofía, y su llegada hasta Córdoba, en el menor tiempo posible. Para esta labor hemos contado siempre con la ayuda de la Guardia Civil, que despeja el tráfico, del Ejército del Aire, Fuerzas Armadas, otros cuerpos de seguridad o empleados del aeropuerto de Córdoba. También coordinamos en muy poco tiempo a unos cien profesionales que intervienen en el proceso de extracción y trasplante. He vivido numerosas anécdotas, como una vez que parecía que el helicóptero se había perdido en pleno vuelo por la sierra debido al mal tiempo y lo único que le preocupaba al doctor Concha era que el corazón que transportábamos se podía deteriorar, no que pudiéramos perder nosotros la vida.

-¿Cómo consigue contener las lágrimas cuando habla con la familia de un posible donante?

-Siempre es un momento duro. El fallecimiento de un paciente, que luego va a donar, es la parte dramática, pero luego se vuelve positiva cuando ves al trasplantado agarrarse a la vida. Donar órganos es el acto de generosidad más importante que existe. En los años 90 la aceptación familiar a la donación apenas era de un 30% y en lo que va de año es del 100%.H