Que les diga, más vale tarde que nunca, que he podido contactar con esa extraordinaria poeta cordobesa que es Juana Castro. Le llaman, y es verdad, la poeta del dolor. He querido compartir con ella, primero, después de saber el premio merecido de hace unos días, que estoy con ella, de la misma forma que ella viene estando conmigo desde siempre, desde antes de mi llamada telefónica. Me está ayudando mucho leerla. Muchísimo. Ya forma parte de mi ejército silencioso, de los que convivimos con el dolor, que, insisto otra vez, es una forma de amor, los que estamos juntos en el silencio amarillo del aguante. La estoy leyendo, la estoy sintiendo.

La pena de México me acompaña estos días. Estas noches. Pobre México, tan rico y tan pobre al mismo tiempo. Tan destruido y tan resucitado. Te recuerdo México querido, cercano, aunque estés tan lejos, y muevo las piedras que guardan el último suspiro de los que aún permanecen. ¡Cuánto hablamos de Manolete, cuántas veces, sobre todo con el poeta Manuel Benítez Carrasco, sobre todo cuando paseábamos el barrio Roma, camino de la casa de María Dolores Pradera, en aquel hotel pequeño, de color rosa! Manolete, en su aniversario, al que tanto se quería en el pueblo azteca.

De no ser de Córdoba, «como soy y a mucha honra» (lo dijo más de una vez y así me lo descubría Silverio Pérez, el faraón de Texcoco, en su rancho de las afueras, donde había tantos caballos cordobeses), el Monstruo siempre me decía que le gustaría ser mexicano. Incluso hay una de las fotos de él más populares con un sombrero charro a la cabeza.

Pero tengo que decirles más cosas. Por ejemplo: ¿Recuerdan que hace poco les dije que María Teresa Campos volvería ya, pero ya, a la tele? Pues esta misma tarde noche la tienen en Telecinco, de donde no se ha ido jamás de los jamases. Estén atentos a su regreso. Los dioses siempre vuelven. Lo dice la taumaturgia griega.

Y más todavía. Les recomiendo, y no es por hacerle publicidad, que no la necesita, que en la revista Hola hay un enorme reportaje a Cayetano Martínez de Irujo, duque de Salvatierra. Les va a gustar; hay mucha Córdoba dentro porque hay mucho de caballos y caballeros. A veces lo veo y nos sentimos cerca, muy cerca, será por su cercanía al pueblo de El Carpio, donde tuvo casa, o sigue teniéndola.

Es como lo de Palomo Spain. Ya han visto la que ha liado, que lo veníamo diciendo. Vienen de todo el mundo después de haber visto su apoteosis en Madrid a saber de él, hacen cola los enviados especiales, es el rey de la pasarela. Y me gusta presumir de que mi periódico, este, haya sido de los primeros en descubrirlo. Ha dicho valientemente:

--No me quiero ir de donde soy y donde vivo. Soy de Posadas y si acaso abriré sucursal donde haya que hacerlo, pero mis raíces están aquí.

Es como lo de Juana Martín, que se ha ido corriendo a Nueva York, donde ha abierto su pasarela. Me cuentan mis amigos de Nueva York, que los tengo, que allí ha sido un triunfo.

Me encuentro con Ana Rosa, que va y me dice feliz de recordar esa noche inolvidable.:

--Cada vez que puedo, y sin que nadie se entere, vuelvo a Córdoba. ¡Es tan hermosa!

Gracias niña. Como lo de Pastora Soler, que aparece en todas partes, con su canción renovada. Un cuerpo divino, tan humana, que no puedo olvidar que ahí le dije aquella mañana, en el hotel junto a la muralla histórica. Y lo escribí para que las palabras no se las llevara el viento, que se las lleva si no están escritas con sangre como todo lo que escribo, y de lo que no me arrepiento.

--Niña Pastora, ¡cómo me gustaría ser oveja de tu rebaño!

La reina doña Letizia, que hace unos días cumplió 45 años, como todo el mundo sabe. Lo que muy pocos conocen, y yo lo sé de segunda mano, es que estuvieron a punto de celebrarlo viajando al sur, hasta Córdoba, «que sé que les gusta mucho».

Auténtico, siempre me gusta escribir de la Córdoba de los cinco sentidos, así que aprovechando.

--Qué opinas de las patas de gallo, y la manera de quitárselas uno si es posible, que cada día es más fácil.

Y va y me responde mi amigo el de Córdoba, que no les voy a dar su nombre, pero que siempre está cerca de mí para darme noticia y consejo.

--Hubo un tiempo, es cierto, en que la arruga es bella, que era un pensamiento del modisto Adolfo Domínguez, ¿recuerdas? Bueno, pues ahora ya no se lleva eso y te quitan las patas con una crema y sin operación quirúrgica en una sesión incluso en tu casa. Pero lo mejor, que es un gustazo, de veras, son las patas de gallina, que las hacen en un sitio en Córdoba que no te lo puedo decir, fritas, que da gloria. Eso sí, con vino de Doña Mencía.