La Princesa Poligonera y el Guisante Emoticono o El chulazo durmiente son dos de las reescrituras de los clásicos infantiles con los que Ángela Vallvey reivindica el feminismo en su último libro: «A la mujer se la libera haciéndola dueña de su destino», asegura en una entrevista con Efe.

Vallvey, entusiasta de los cuentos clásicos, ha ahondado en la «parte feminista» de esos relatos para confeccionar Cuentos clásicos feministas, un compendio de historias actualizadas con propuestas como La Sirenita y el problema del cuerpo de la mujer. El personaje marino del cuento de Hans Christian Andersen es tan solo una de las protagonistas de este volumen editado por Arzalia, en el que Vallvey (San Lorenzo de Calatrava, Ciudad Real, 1964) subraya la «parte feminista» que tienen de los cuentos.

«Tienen ese feminismo de tratar de enseñarles a las mujeres, las niñas, los padres y los educadores cómo sobrevivir en un mundo muy duro en el que a las mujeres no se les trata con cuidado», apunta la ganadora de Premio Nadal en 2002 con Los estados carenciales.

Con ilustraciones de Javier Pérez Prada, Cuentos clásicos feministas desgrana once cuentos clásicos, desde Caperucita Roja hasta Pulgarcito, pasando por El patito feo.

Pero lo hace sin que el «amor romántico y acaramelado» trastorne a los personajes, «sino que las protagonistas se convierten en heroínas que descubren el peligro del desamor, del abuso y el desengaño».

Así, Caperucita Roja se convierte en Caperucita Tall (o sea: alta), una adolescente pegada a la pantalla del ordenador para «matar vampiros» que en el bosque no se tropieza con lobos, sino con un hombre de dudosas intenciones. Porque los monstruos que acechan a las niñas y jóvenes en estas historias «no han sido embellecidos y convertidos en monigotes simpáticos, sino que enseñan los dientes y dan miedo de verdad, y son reales, o sea, humanos».

Pulgarcita y las ganas de soñar, La Patita Fea es una chica especial, La Reina de las Nieves y el cambio climático, La Princesa Poligonera y el Guisante Emoticono o Cenicienta y el reality show son otras de las historias reinterpretadas por Vallvey y que sirven «no para faltarle el respeto a los cuentos clásicos, sino para homenajearlos».

«Todo el afán de los cuentos es el de transmitir unos conocimientos míticos a los niños y las niñas, y claro, en aquellas épocas, el matrimonio era como una forma de decirle a la mujer ‘Estás a salvo, porque hay un hombre que te va a salvar’», apunta la escritora, a quien se le ocurrió actualizar estas historias en los años 90, indagando en estudios de género.

Esos mensajes «están caducados desde hace mucho tiempo», añade, y lo ejemplifica citando otro de los cuentos, La bella durmiente, que ella ha reinterpretado en El chulazo durmiente. Una historia «espantosa en su origen» que retrata a una mujer «humilde, hermosa y abusada por el caballero que se casa con ella», y que describe «perfectamente la realidad de muchas mujeres» a la que Vallvey le ha dado la vuelta.

También da la vuelta a La Sirenita, que a su juicio es una «metáfora de la mutilación femenina basada en agradar románticamente a un hombre; el amor te hace atentar contra tu propio cuerpo», sentencia Vallvey sobre esta historia en la que el paisaje de fondo lo completa un mensaje ecologista. Vallvey reconoce que le hubiera gustado «ampliar» el volumen, porque «hay muchísimos cuentos más», como La bella y la bestia abiertos a su reinterpretación.