Ya saben el verso antiguo:

Oficio noble y bizarro /

De entre todos el primero /

Pues en el arte del barro /

Dios fue el primer alfarero.

Y el hombre, el primer cacharro/

A ver quién mejora el viejo dicho. Desde hace mucho tiempo quiero que sepan que busqué por toda España, quizá tambien por el mundo, el horno donde el hombre convertía la tierra en milagro. He conocido muchos tornos, muchos sabios, muchos artistas, miles de artesanos, que hacían sin darle importancia su milagro cotidiano. Eran grandes. Podría dar una lista bien completa. Incluso me atreví un día a confeccionar, por decir un verbo, a poner en pie, una especie de cuévano, con la dirección del sabio escultor gallego Otero Besteiro y dos personas de fama en aquel tiempo y todavía. A saber. Natalia Figueroa, ya esposa de Raphael, que está lleno de Córdoba, y además, Lucía Bosé, cuando aún no tenia el pelo azul como ahora, aunque ya coleccionaba ángeles por el mundo.

Lo guardo. Lo conservo, mantiene en pie un huevo de avestruz, que me traje de Sudáfrica. Y más cosas que les cuento. La Rambla en el aire claro, y que se sepa, que se sepa.

Incluso quise en su tiempo, cuando yo era muchacho que soñaba en ser artista, llegar a hacerme de un torno de los viejos alfareros que iba conociendo. De aquellos años me queda una vieja colección, entre mis libros, a ver, a ver, por ejemplo, Teruel, Cuenca desde luego; los alfares granadinos, Níjar, toda una vajilla azul nazarí. Por cierto, mi recuerdo a Juan Goytisolo, que se nos murió en Marrakech y que tanto escribió de cosas tan cercanas a las nuestras.

Pero sobre todo, que no nos falte en nuestra galería ese héroe de Londres, nuestro deportista de Galicia, porque era gallego y a cada cual hay que darle lo suyo, que se llama, para siempre, ya saben, Ignacio Echeverría. Para empezar su rostro, para que cunda el ejemplo. Porque ya quedan pocos como él, que lo den todo o casi todo a cambio de nada; de nada no, de la propia vida.

Es tiempo de caracoles, que también era un título, y ninguno como los nuestros. Ya he contado que de ellos me habló en su día Rocío Carrasco, que no la dejan descansar en paz. Pero también es que he sabido de segundas que dado que Napoleón Bona parte sufría, el pobre, que no todo va a ser el imperio, de hemorroides, también llamadas almorranas, que es lo normal, y que algunos entre finos y cultos dicen aquello de almorroides, de tanto ir a caballo. Bueno, pues que se aliviaba con la baba de los caracoles de Córdoba que le enviaba su hermano Pepe Botella, que tanto llegó a saber de España, desde el sur y por valija diplomática. Sí señor.

Y lo digo porque he consultado a los historiadores y también a los científicos, y me han ratificado sino del todo la historia, sí en lo que se trata de la mejora. No obstante, y por favor, comprueben lo que les cuento, que de las fuentes, a veces, cada vez menos me fío.

Que me alegra, no saben cuánto, que nuestra Rosa Aguilar siga en el Gobierno de Susana Díaz. Córdoba en órbita, ya les digo.

Como mi cuerpo también se crece al saber que Julio Benítez mejora del susto del otro día en el otro caballo, el de acero. Y es que a veces no sabe uno dónde está el peligro verdadero.

Por otro lado, ya saben, esperando ese libro de Antonio Gil, mi padre espiritual, en el que escribe y habla, con doble conocimiento, de los periodistas entre los que todavía me encuentro, aunque los años no pasan el balde y menos con estos tiempos.

Y luego, pues como siempre, Enrique Ponce, el mejor de San Isidro, la poteosis como dice un viejo amigo mío que está abonado a San Isidro desde que vino al mundo, hijo de cordobesa, claro. Y luego que hizo su primera comunión su niña, que además se llama Paloma, y que llevaba un vestido precioso en la finca La Cetrina, donde se celebró la buena nueva, HOLA! le dedicó no sé cuántas páginas llenas de buenas fotos en color, donde se cuenta que el vestido de la niña lo hizo una modista cordobesa que se llama María José Mora.

Y para terminar, este cielo de noticias frescas, que el verano viene fuerte pues en la portada de la buena revista Tapas, que les recomiendo, hay un cordobés formidable que se llama Paco Morales y que lleva el restaurante Noor de nuestra ciudad. Tiene no se cuántas estrellas, merecidas, es cordobés medular y en la portada aparece estilo Napoleón, con una langosta en la cabeza. Una mano lateral dentro del uniforme blanco y este letrero que cuenta: «Para una vez que elegimos un cocinero para nuestra portada, no íbamos a elegir a un cocinero cualquiera». Por eso es un grande de la cocina mundial