Lamento contradecir al sagrado Federico García Lorca que, además de mi paisano, por estas fechas está más vivo que nunca, pero si él dijo en su Canción de jinete aquello de «Córdoba lejana y sola», ahora hemos de corregirle, aunque con mucho respeto, que incluso debo comunicarles, que he pedido para él el Premio Nobel, tardío por eso, porque está cada día resucitado. Pero aquellos versos del gran poema de García Lorca vuelven a tener su sitio, pero de otra manera, por dos razones fundamentales. Una, que de lejana nada, más cerca imposible, que está hasta la bandera. Y en cuanto a lo otro, lo de sola, a ver quién me lo demuestra, que incluso con el tema de la guitarra se vuelve a salir de madre.

Y más cosas que contar, aunque estemos casi ya en la mitad del verano. ¡Cómo si ustedes no lo supieran!

Por ejemplo, que sé que están escribiendo un libro para este otoño con la vida del padre de Cántico, el inmortal Pablo García Baena, del que no nos olvidamos nunca. Es como lo de India Martínez, que yo fui uno de los primeros que la presentaron, cuando emergía de las sombras, en una fiesta cultural de nuestra ciudad, y que después de haber encontrado la cabeza de esa diosa romana en una cuneta del camino del sur, resulta que ha confesado que le gustaría mucho «ser arqueóloga». Lleva toda la razón, claro que sí. Porque además ella en lo suyo busca y no deja de lado, aunque lo vuelva del revés, lo antiguo, que no es lo viejo, de lo flamenco escondido. Y lo demuestra, cantando.

Mas aún, alegría de que Rosa María Mateo haya sido elegida, después de casi treinta años de silencio deseado, para ni más ni menos que la que va a mandar en la RTVE próximamente. La serenidad profesional en un tiempo de borrascas. Lo que no sé es como se va a salvar en lo de administradora, que me cae que no le cuadra. Pero en fin, también se espera el milagro y le deseo lo mejor pilotando esa nave imposible en la que yo fui grumete tantos días, tantos años.

Y claro, si va de poetas y de artistas la última página de este domingo de julio, no puedo dejar de escribir el nombre de mi paisano, Luis García Montero, nombrado director del Instituto Cervantes, que tanto tiene que ver con nuestra geografía de la que ya saben que siempre escribo. Y me repito a caso hecho que Miguel de Cervantes escribió su libro fascinante a la sombra de un velón de cobre de Lucena, donde un día inolvidable pregoné a la Virgen de Araceli, capitana y protectora del campo andaluz en el que cada día más me reafirmo. También, felicidades a la gente, la buena gente de El Caballo Rojo, que se ha llevado, me-re-ci-da-men-te, el Premio de Turismo de Andalucía 2018. Cuántos recuerdos con José García Marín, el inventor, el padre de la saga, en ese contraluz de la vidriera, que me gustaba tanto...

Y la Córdoba ecuestre que no cesa. Una luminosa embajada por el mundo entero y siempre sorprendiendo, ganando.

Todos, pero todos, los días del año sin falta escribo el nombre de Córdoba. Y además, en todos los sitios, la prensa, la radio, la televisión. Donde me dejan y donde no, que siempre me mejora, me abrillanta al pensamiento. Como esas fotos que el otro día, repasando viejos documentos, me aparecen retratos inolvidables. Aquel día con el amigo extraordinario que fue Manuel Salcines, que me enseñó la primera Córdoba de hace tantos años. O el otro retrato de Matías Prats padre toreando. Sí, toreando en Los Califas, solo en la arena, de capote claro, inventor de un pase único que yo conté en la televisión para todo el mundo, que se llamó la matiína, según su propia definición. El mismo día que fuimos a ver cómo iba su escultura, aquella que ya está en pie en Córdoba, casi barro fresco entonces, y a la que dijo el maestro tras el brillo de sus gafas oscuras para una plaza de Córdoba y los cordobeses: «Está muy bien, solo le falta hablar».

Cuánta memoria en las fotos, que permanecen vivas. Pero quiero seguir siempre adelante, y no quedarme en la estación de la nostalgia. Eso no.

Y esta frase de moda en este verano donde Córdoba a veces sigue dando la máxima como en casi todo en lo que cuenta: «De lo que come el grillo, poquillo».

Para veganos, sobre todo el verano, que además rima. A veces me sale en verso, soy el que escribe, y a veces incluso canta la actualidad cordobesa en un romance de ciego.

Me ha deslumbrado la última joya, que me dicen que ha puesto en no sé qué escaparate esa dama, tan bella, que es Arancha del Sol, esposa de Finito de Córdoba, que me dicen que este año va a terminar con el cuadro. A ver si es cierto maestro. Córdoba, cercana y llena, lo necesita.