Con la idea de que al menos las 103 personas intervenidas mejorarán sus condiciones de vida al menos en lo físico, regresó del centro sociosanitario de Bangondé, en la República Centroafricana, el equipo compuesto por el cirujano Juan Ruiz y la enfermera Inés Carmen Rodríguez del hospital Reina Sofia de Córdoba; las anestesistas Emma María Alvarez y Ana Hortelano, del hospital de Ciudad Real; el dentista vasco Enrique Leizaola y el ginecólogo Federico Izquierdo del hospital Infanta Margarita de Cabra.

Durante algo más de tres semanas, este equipo ha participado en una de las campañas anuales quirúrgicas que el misionero comboniano y obispo de Bangassou, el cordobés Juan José Aguirre, realiza en la diócesis que dirige y a la que llegaron guiados por la llamada vocacional de su profesión y "viendo mucho beneficio a lo que haces, al hacer una cosa que te satisface tremendamente y que te hace sentir tan útil", como cuenta Izquierdo.

Una campaña que en esta ocasión les ha permitido intervenir a 103 personas en un quirófano que en su día se montó con el asesoramiento del hospital Reina Sofía. A es lugar llegaron junto a sus familias a pie desde lugares muy recónditos y a más de 150 kilómetros en algunos casos de sus casas. Incluso desde el Congo, al conocer semanas antes, al final de las misas de Aguirre, que un equipo médico español acudiría en esta ocasión para intervenir desde patologías de mamas a accesos en los pies, heridas infectadas, miomas (algunos gigantescos) y hernias, que en algunos casos llegaban hasta por debajo de la rodilla.

Familias enteras que con todas sus pertenencias metidas en una caja de tabaco, como Izquierdo apuntaba muy gráficamente, esperaban día tras día en las inmediaciones del centro que les llegara su turno para la consulta previa a una operación que muchos sí requirieron en una zona del mundo que se encuentra a la cabeza de los países más pobres del planeta, donde la esperanza de vida está en los 48 años de edad y donde la economía se basa en la subsistencia y el trueque, que les permite seguir viviendo en una pobreza de solemnidad. Allí, donde ni tan siquiera hay luz eléctrica ni agua, las sesiones quirúrgicas comenzaban pasadas las 7 horas y concluían cerca de las 20 horas, sin descanso y solo con la idea, según el jefe del Servicio de Ginecología del hospital egabrense, de realizar el mayor número posible de operaciones, pues tras la marcha del equipo y salvo el trabajo de las monjas enfermeras de la diócesis de Bangassou, el quirófano permanecerá cerrado hasta la próxima campaña.

Toda una experiencia que como apunta este ginecólogo carteyano afincado en Cabra, le hará regresar a aquellas tierras donde cada pequeño gesto es agradecido infinitamente por una población que vive feliz a pesar de no tener nada. Una experiencia que cambia la forma de ver la vida.