-El autor español más leído en todo el mundo después de Cervantes. ¿No da vértigo?

-No. Me da tranquilidad y una sensación de gratitud y privilegio.

-‘El cementerio de los libros olvidados’. Una tetralogía escrita como homenaje a la literatura. ¿La lectura necesita un empujoncillo a la luz de las estadísticas?

-Yo creo que a veces enterramos a la literatura antes de tiempo. Ya hace muchos años que uno sigue oyendo que esto se acaba. Yo creo que no se acaba. Lo que pasa es que hay que trabajárselo. No hay que darlo por seguro. Yo creo que el matiz está ahí. No pensar que nos merecemos el tiempo y la atención de la gente sencillamente porque hacemos literatura, sino que hay que currárselo todos los días.

-«Me gustaría que el lector se cuestionase la realidad». Confiese que no estaba hablando de política.

-No. La política es una parte pequeñita de la vida. Lo que yo intento es invitar a los lectores a que desarrollen un espíritu crítico respecto a todo lo que se les presenta y ante todas las personas que les quieren convencer de que piensen o traguen algo determinado. Que se cuestionen los motivos. Que se cuestionen por qué y luego, con su propio criterio, decidan lo que quieren pensar. Yo no soy un cura. No quiero convencer a nadie de nada. Ni soy un político. No tengo intereses ni tengo agenda política.

-‘El laberinto de los espíritus’ recupera las pasiones clásicas. Entre ellas, el odio. ¿La literatura qué ha tratado mejor el odio o el amor?

-Yo creo que a partes iguales. Ambas forman parte de la experiencia humana. Lamentablemente, a partes iguales. Yo creo que, situando una historia a lo largo del siglo XX, lamentablemente no hay tantas luces como sombras, sino muchas más sombras.

-El diablo es el mejor personaje jamás creado. ¿Por cuánto vendió su alma para hacer tales afirmaciones?

-No me la compraría el diablo. Pero, bueno, sí es el personaje mejor creado. Pero yo no creo que el diablo tenga mucho interés en comprar mi alma. Compraría muchas otras.

-Muchos de sus personajes tienen bastante de usted. De entre todos, Alicia Gus es su personaje favorito. ¿Qué tiene que no le dio a otros?

-Tiene el espíritu que resume para mí esta serie de cuatro novelas. Alicia es la síntesis de lo que significa para mí estos libros. Tiene quizás una sinceridad consigo misma y con el mundo que me hace muy próximo a ella.

-El cuarto volumen de la tetralogía salió a la calle con una tirada de 700.000 ejemplares, y su obra está traducida a 50 idiomas. ¿Algún día se acostumbrará a vender menos?

-Supongo que sí. Es ley de vida. No es que escriba yo pretendiendo que sean 700.000 o los que puedan ser, pero sí, y además no pasa nada.

-En estos cuatro volúmenes ha tocado casi todos los géneros. ¿En la variedad está el acierto?

-Yo creo más en la combinación. El acierto está quizás en la ingeniería y en la alquimia de la mezcla.

-Ha dicho mil veces que sus libros no serán adaptados al cine ni a la televisión. ¿Sigue e sus trece?

-Sigo en mis trece, catorce, quince, dieciséis y así hasta la búsqueda del número primo. No habrá películas ni series de televisión de estos libros.

-El éxito tiene su cara negativa. Dice: “Hay personas que ni conozco y me odian profundamente”. Dígame algo de su cara positiva.

-Bueno, la cara positiva es el 99% sobre todo. El éxito lo que confiere es independencia, libertad y seguridad para ser uno mismo y hacer lo que uno quiere. Si, a cambio de eso, va a haber alguien que no le guste, pues creo que es un precio microscópico que pagar.

-Quince años dedicado a escribir ‘El cementerio de los libros olvidados’. Después de tanto tiempo, ¿cómo sabe para dónde tirará?

-Me lo estoy pensando. Tengo cuatro o cinco alternativas que suenan bien, que pueden tener posibilidades. Pero no me he decidido todavía.