El periodista salvadoreño Carlos Dada recibió anoche en Córdoba el décimo Premio Julio Anguita Parrado.

<b>-¿Cómo valora la distinción?

</b>-Conocía muy bien la historia de Julio Anguita Parrado, lamentablemente cuando murió, porque entré a Irak poco después. Su muerte se convirtió en un símbolo sobre todo para mí generación. Ahora lo veo como alguien con quien comparto muchas cosas: las mismas ganas de comerse el mundo y de poner el oficio por encima de la comodidad. Veo este premio como la oportunidad de participar en el homenaje a Julio Anguita Parrado.

<b>-En El Salvador, ¿hay que jugarse la vida para hacer buen periodismo?</b>

-No, y no me gusta verlo así. El periodismo casi siempre es un trabajo de riesgo, con la experiencia lo que vas es modulándolo. Por supuesto hay lugares y maneras de periodismo que implican más riesgo que otros. En el que a nosotros nos gusta, los niveles de riesgo se elevan si lo comparas con el que yo llamo periodismo secretarial o de despacho. Pero no es algo de lo que nos guste jactarnos. No nos gusta que nos aplaudan por valientes. No buscamos ser héroes. Arriesgarse es siempre más fácil que hacer bien el trabajo. Además, nuestros riesgos siguen siendo menores que los de otros colegas en México, Honduras o Guatemala.

<b>-Ya, pero la situación de El Salvador está jodida.</b>

-Sí, y en estos tiempos nos hemos hecho algunos enemigos, pero creo que en El Faro (el medio digital que dirige) hemos sistematizado el riesgo para controlarlo mejor.

<b>-¿Por qué decide montar ‘elfaro.net’?</b>

-Porque no me sentía satisfecho como lector, lo mismo que le ocurría a mi socio.

<b>-¿Y le ha ido bien? ¿Cuántos son en la redacción?</b>

-Ahora mejor. Somos 30. Producimos multimedia, tenemos radio, hacemos documentales, libros, foto-reportajes...

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-¿Cómo es un día normal en la redacción de ‘elfaro.net’?</b>

-Nuestra gran crisis de identidad es que El Faro no empieza a ser periódico y no termina de ser revista. Por eso, la nuestra no es una redacción normal. Hay más gente concentrada en un agenda propia que en reaccionar a una agenda pública.

<b>-¿Qué tipo de historias le gusta contar?</b>-Siempre he pensado que tener espacio en un medio de comunicación es un privilegio y estos siempre van acompañados de responsabilidades. Tener una plataforma propia nos obliga éticamente a denunciar la situación de aquellos que no tienen cómo ser escuchados, de quienes lo pasan peor, para denunciar los abusos de poder, para denunciar los pilares de una sociedad injusta. También nos obliga a entender la dinámica que explica todo lo anterior. Por ejemplo, nos obliga a explicar que en mi país las maras, las pandillas, están compuestas por violentos, crueles y capaces de actos terribles, pero también a explicar que no bajaron de una nave espacial.

-¿<b>Cómo se llega entonces a esa deshumanización?</b>

-Porque hay una estructura social injusta. Los pandilleros son producto de esa misma sociedad y de la norteamericana, que fue de donde nos los mandaron. Monseñor Romero decía que la violencia nunca se va a erradicar si no se conocen sus causas estructurales. Lo más fácil es caricaturizarlos y tratarlos como monstruos, para no hacerse corresponsable de su situación.

<b>-Y en ese contexto, ¿qué papel tiene el periodismo?</b>

-Nuestro mayor aporte es ayudar a la sociedad a comprender. Nuestra obligación es seguir denunciando. No escribimos para los lectores sino para nuestros principios.