Donde yo tengo mi casa... que es su casa, cordobeses. Por eso escribo mi perol de esta semana, y a esta dirección la mando. El número, el de los peroles, que llevo escritos a lo largo de más de 20 años. Ajuste cuentas, que yo ya no estoy para números. Si acaso para contar y deshojar la margarita de mis años. Mientras tanto, tan contento. Me gusta mucho, muchísimo, que Córdoba sepa reconocer el trabajo realizado a lo largo de ya más de 75 años.

Recuerdo que hace ya muchos años, siempre una brizna de memoria es buena, y más si el sabor no amarga, fuimos Matías Prats padre y servidor de ustedes a ver un busto que le estaban haciendo los excelentes hermanos escultores aquellos, y a la hora de entrar en el estudio, los artistas le dijeron: «Solo le faltan las gafas, don Matías. Está usted muy propio». Y Prats, que tenía un gran sentido del humor, que es una forma del amor, respondió, sereno: «Está muy bien hecho el busto. Solo le falta hablar».

Tanto busto y gusto. Como el que tengo en este instante leyendo el libro, fresquito, recién recibido, de Almuzara, la nuestra, el premio Jaén de Novela que ha merecido Alejandro López Andrada, poeta de Sierra Morena, por su libro Los perros de la eternidad, con tanta Córdoba dentro, la de hoy, la de ayer y también la de mañana…

¡Cuánto me gusta dar noticias de la Córdoba culta y nuestra! Porque no sé cómo me las apaño que hablo un día si y otro no, en la prensa, en la radio y en la televisión, de la Córdoba de las buenas noticias, que cuando hay una historia mala, me sublevo… Y eso que la semana ha sido, es, rica en noticias, historias nuestras tan nuestras.

Y vuelvo a contarles de Fidel Castro, que no para, lo llevan de arriba abajo, aquel día que me dijo en la madrugada de La Habana, después de ver la película Aprendiendo a morir, en la que yo había participado en el libreto:

--Gallego, ¿por qué no lo invitas de parte mía a que venga a cazar patos conmigo aquí a la charca?

--Se lo diré, comandante…

Se lo dije a don Manuel, al que cada semana le envío un mensaje, pero él missing, o sea, que no le llega mi nota, aunque a veces sé que se pone las gafas de ver, de tanto que ha visto, y lee nuestro periódico. Y el señor Califa no me respondió. No quería problemas, aparte de que «aquellos eran pájaros que él no había visto en su vida». «Mejor quedarme», dijo. No quiere moverse de Córdoba, porque «para lo que hay que ver…»

Aunque para ver, Vicky Martín Berrocal, a la que vi el otro día atravesando como quien hace el paseíllo en el AVE del sur. Me gusta mucho esta dama que tanto sabe de Córdoba.

Por cierto, que el vestido que Sara Carbonero llevaba en la cena de los Reyes de España en Portugal, de hace unos días, era de doña Vicky. Con mucho tono andaluz, que conste en acta.

Porque es lo que yo vengo diciendo, y que es mi filosofía de siempre. Estar cerca de lo que uno quiere. Por eso hablo muchas veces con el alcalde de Villaharta, que tiene uno de los mapas de casas rurales mejor del mundo. Hay que intentar hacer la crónica de Sierra Morena, que siempre os digo lo mismo. Esa geografía hacia arriba, tan nuestra. Me dicen que se están haciendo fotos y fotos de nuestra estatua del aniversario del periódico, que no dan abasto los selfies esos, cosa que me gusta mucho.

Ese recuerdo constante que puso en pie mi compañero y maestro De la Haba a la leyenda del Pipo. Que formaba parte con los cinco sentidos, siempre Córdoba en su alma. Yo le pondría también el nombre suyo a una calle, que la historia sigue con su hijo Rafael, y sus premios de todos los años, y que insisto, con lo mismo, Puente Genil que ilumina el paso de Mariló Montero caminando la Quinta avenida de Nueva York, porque ya saben que desde aquí, nuestra villa del membrillo, le enviamos la luz de todos los años, que a ver si la alcaldesa de Madrid se fija en el tema y le da más luz a esta capital, que no hay nada más triste que la luz de un árbol triste.

Y que Isabel María España --buen apellido, criatura-- ha merecido el premio de La Copla nuestra. Y que me cuentan que la otra noche, no sé en qué sitio, Blanca de Rey, la bailaora- bailarina nuestra, en un sitio público quiso dar aquí, en Madrid, las gracias a su pueblo de Córdoba por el homenaje de sus años cumplidos, que ahora mismo no sé si eran los 83 o los 38, que se me han trastabillado los números. Y es que el arte no envejece. Y ya esta aquí la Navidad, y la lotería también. He pedido a mi periódico, perdón, a nuestro periódico, que me guarde lo que sea de un número que ellos jueguen, porque están en racha y aunque sea la pedrea...