Hoy, porque el perol siempre, siempre, debe ser aparte de memoria, actualidad. Así que hoy, viernes que escribo esta última pagina, debe tener lo de ayer, que fue jueves de dolor en toda España. ¡Cuánto cordobés, cuantísimo, hay en Barcelona! Mas me atrevo a decir qué hubiera sido de Cataluña entera sin la emigración cordobesa. Y lo digo porque me lo dicen cuando voy, que voy mucho por Barcelona. Cuántas veces a los largo de los años. Siempre. Y siempre me encontré como en mi casa. Por eso hoy quiero que se encuentre a veces su punto de arroz amargo, como en aquella película inolvidable italiana de hace tantos, tantísimos años.

Puede que hasta hayamos colgado este título alguna que otra vez, que en veintitantos años que llevamos juntos, con esta página digo, más de una semana hubo historia grande y triste de por medio. Pero hoy, ya les aviso, hay en el perol de arroz de este domingo su punto de arroz amargo. Igual se le fue la mano a la vida y en lugar de su ramito de yerbabuena o de perejil hay un ramito de ortiga, que es además lo justo. Por eso hoy, en este encuentro de siempre, ese sabor, que no puede remediarse, que no debe remediarse incluso. Hay que estar a la duras y a las maduras, por eso este perol de hoy va así titulado, que también podía haberse titulado Con un lazo negro, que ya he usado alguna vez en alguna otra parte. De otros días pasados, pero es bueno recordarlo. Y más en nuestras lindes de Al Andalus, donde estamos, donde vivimos y donde nos gusta vivir. Por eso quiero traer otros sabores a esta página de hoy con su tristeza.

Que muchas, muchísimas, gracias, al balneario Las Aguas de Villaharta, donde pasé una noche serena, tranquila, inolvidable. Y además, por la mañana, pan de El Vacar con aceite de Sierra Morena, para repetir mañana mismo a ser posible. Volveré al lugar sin duda.

Y dar también lo mejor de mi agradecimiento al presidente de la Diputación de Córdoba, Antonio Ruiz Cruz, al que conocí en Rute, por esa carta pergamino que me ha enviado el departamento de Relaciones Institucionales, desde el que da la alegría, porque es una alegría, sin duda, que la Diputación, reunida en sesión plenaria ordinaria del 21 de junio, por unanimidad, etcétera, etcétera, me dé «la más sincera felicitación por haber recibido la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo...»

Gracias, presi, que además debo decirlo, está haciendo una enorme labor por la cultura de los pueblos de la geografía de nuestra provincia.

Y además, por aquello de «periodista y escritor vinculado a Córdoba».

Más que vinculado, atado ya de por vida, y aún más allá, incluso, a ese mapa al que quiero tanto.

Y muchas más cosas. Por ejemplo, aunque no sea nuestro del todo, sí que lo es por la parte que atañe a mis sentimientos, Ortega Cano, que toreaba este sábado en San Sebastián de los Reyes sustituyendo a Talavante de la Puebla. No le será fácil al maestro de Cartagena, pero por voluntad que no quede. Quiera Dios que ayer le fuera bien al maestro, mi viejo amigo de siempre, al que escribí aquel libro titulado Traje de luces, traje de cruces.

Y efemérides que no nos falte; la pequeña historia elevada a la leyenda. Cuarenta años ya sin Elvis Presley, al que llamaron ‘Pelvis’ Presley. Claro. Yo no lo conocí personalmente pero supe mucho de él después de aquella larga noche en Viña del Mar, en el valle de las manzanas, con Julio Iglesias y Priscilla Presley, la viuda del enorme cantante, que entonces estaba tan cerca del corazón del españolísimo, con tanto amor por Córdoba, como ya les he contado tantas veces. Vale. Bueno, pues aquella noche supimos de la viuda de la leyenda americana tal vez más de lo que debíamos haber sabido. De todas formas, leyenda, en su cuarenta aniversario, porque está, como a veces digo, más cerca que nunca.

Y una protesta, para acabar este perol raro, de tantos sabores lleno. Por ejemplo, si quieren quitarle el nombre de Góngora a una calle de Sabadell, ¿cómo podemos explicar que tantos y tantos poetas muy buenos catalanes hayan bebido de su rica fuente poética?

Y termino, pero tan solo por hoy, que el domingo que viene nos veremos, nos leeremos, nos escribiremos en la misma esquina de la vida, en esta terraza de papel del verano. Espero que ya con el sabor del perol ordinario, aunque ya saben que lo amargo dura mucho, a veces más de la cuenta, y si no, a ver si no es cierto lo que escribo. Tres de los asesinados en plena calle, en las Ramblas, son granadinos. Yo, ya, como ustedes saben, soy cronista oficial de la ciudad de Granada y de su provincia. Así que lo escrito, más amargo imposible.