«Se la podían haber llevado antes». Así de contundente suena Pamela Córdoba, camarera de La Caña de España, al referirse al traslado de la carrera oficial al entorno de la Mezquita-Catedral. Por el establecimiento en el que trabaja, situado junto al Templo Romano en la calle Claudio Marcelo, pasaron el año pasado y los anteriores (algo menos de cuatro décadas ha estado vigente la antigua carrera oficial) todos los pasos de la Semana Santa cordobesa. En el lugar que ocupan hoy los veladores de esta popular cafetería estaban instalados el año pasado los palcos de la Asociación de Hermandades y Cofradías y uno de los arcos más transitados de «entrada» y «salida» de peatones de las calles María Cristina y Ambrosio de Morales. «Este año, entre que no ha habido aglomeraciones por estas calles del centro y que encima hemos podido poner la terraza --apunta Pamela--, la cosa está yendo mucho mejor. Bastante mejor».

La incertidumbre sobre el nuevo trazado de la carrera oficial empieza a disiparse para los negocios que antes estaban en el centro neurálgico de la Semana Santa de Córdoba y, aunque aquí ocurre igual que con la Feria --ya saben, que cada uno la cuenta como la ha visto--, en general, los establecimientos consultados están contentos con el cambio. La plaza de las Tendillas, sin ir más lejos, se ha convertido en una especie de antesala de la Semana Santa, por donde todos pasan y todos los flujos se distribuyen. De todo ese bullicio, muchos se han parado en las heladerías La Flor de Levante y David Rico para el avituallamiento.

La misma perspectiva comparten algunos de los bares de la calle Capitulares, la puerta de entrada de la antigua carrera oficial y que esta Semana Santa, además, ha estrenado su impronta peatonal y se ha convertido en un bulevar de lo más animado. José Molleja, de Kurtuba, constata que «se ha mantenido el trabajo e incluso ha sido mejor que el de años anteriores». «Antes, al paso de las procesiones, se formaban grandes aglomeraciones, la gente veía los pasos y se iba, y todo lo más compraban una lata y un bocata para comer; ahora, este año, la gente está viendo las procesiones en otros lados y a esta zona de Capitulares están viniendo para pasear o comer tranquilamente en familia». En el bar de al lado, la cafetería San Pablo, su propietario, Miguel Arrabal, piensa que el negocio está yendo «más o menos igual que el año pasado». En su opinión lo verdaderamente clave estos días para la hostelería es el tiempo y no el traslado de la carrera oficial. «Por aquí, al final prácticamente pasan las mismas cofradías que en los años anteriores, el Domingo de Ramos hubo mucha gente», recuerda Miguel, para quien el debate más urgente sigue siendo el futuro de la calle Capitulares. Sin embargo, no todos los establecimientos de la antigua carrera oficial están viviendo el cambio con tan buenas cifras. En El Abuelo, en la calle Cruz Conde, Alejandro reconoce que el lunes y el martes estuvieron más flojitos que otros años. «Se ha notado, la verdad, aunque ayer (por el miércoles) fue mejor». Lo mismo opina Sonia Calero, dependienta de El Palacio de los Caramelos, para quien «se está notando un poquito menos de movimiento, que nos afecta más a nosotros que a los bares». Lo mismo opina Miguel, de la tienda de frutos secos San Salvador, que, aunque ha vuelto a batir récord de venta de pipas estos días, cree que han bajado ligeramente los clientes. Lo dicho, la Semana Santa, igual que la Feria, según quien la cuente.