Batería de Los Planetas y Lagartija Nick, con quienes grabó el mítico Omega. Ahora salen sus memorias: Cuatro millones de golpes.
-Con esta frase arranca tu libro: «Quiero dejarlo claro desde el principio: la música no me ha salvado».
-Yo he escuchado música de gente que quería hacer un cadáver bien bonito, por lo cual la música me podría haber matado.
-Tu vida da para mucho. De hecho, a los seis años tu padre te encañonó con una pistola. ¿Es cierto que no recuerdas ni su nombre?
-Nunca he sabido bien cómo eran sus apellidos, pero su nombre, sí. Y su cobardía, también.
-Con diez años ingresaste en la Falange porque querías tocar el tambor. ¿De todo aquello solo quedó el retoque de los palillos?
-Por supuesto. De hecho (ríe), mi hermano me acusaba de ir haciendo el ridículo con los que mataron a Lorca.
-‘Cuatro millones de golpes’. Así titulas el libro. Pero me da la impresión de que han sido muchos más golpes.
-Sí, por supuesto. Son menos de cuatro millones de golpes los que he recibido y más de cuatro millones de golpes los que he dado en la batería.
-Confiesas que deberías haber muerto antes de los treinta.
-Antes quería ser un cadáver bien parecido. Y ahora quiero ser el cadáver más feo del mundo. Cuando eres padre, la perspectiva cambia.
-Durante veinte años consecutivos has recibido el premio al mejor batería alternativo español. ¿Ese reconocimiento lo compensa casi todo?
-Recompensa el cariño del público, porque ese reconocimiento para nada significa que yo sea el mejor batería de España. Pero me hace ilusión.
-Nadie diría que tu mayor influencia musical fueran las marchas procesionales de Semana Santa.
-En América los niños tienen Halloween. Y mi pequeño Halloween fue la Semana Santa.
-Con Lagartija Nick y Enrique Morente grabaste ‘Omega’, uno de los discos más transgresores de la música española. ¿Esa y qué otras han sido tus grandes aportaciones?
-Creo que mi mejor patrimonio es los discos que he grabado. Cuando voy a mi casa y veo los discos que he grabado, no me avergüenzo de ninguno. Creo que he aportado en todos.
-Confiesas en el libro tus intentos de suicidio con la música de ‘La Buena Vida’. Dices que sus discos son maravillosos para suicidarte o enamorarte, pero parece que son más eficaces con el amor que con la dama de la guadaña.
-Si hubiera querido suicidarme, hubiera sabido cómo hacerlo. Cuando contesté a esa entrevista, puse una sonrisa. Era una forma de decir que sus canciones, en una parte de mi vida, me influyeron para un poco más que morirme de amor, y me estaban dando ganas de quitarme la vida.
-Te casaste a los 16 años. ¿A dónde te llevó el amor?
-Siempre he buscado la familia y el amor. Porque de pequeño tenía libertad, que es lo que añoran todos los rockeros, pero no tenía una familia unida. Y el amor me ha llevado a no rendirme hasta encontrarlo.
-Tienes material para dos o tres libros más. Cierra esta entrevista con una anécdota hasta ahora inédita.
-Me acuerdo un día que pasé por la iglesia de Fray Leopoldo de Alpandeire en Granada y me encontré a tres señoras levantando a Carmencita, que iba en una silla de ruedas. Carmencita se levantó y quería un milagro. Le achucharon y se dio una hostia, se abrió la cabeza y yo tuve que ir dentro a decir que había un intento de asesinato. Cuando bajé, la gente creía que había visto un milagro. Vino la policía, tuve que pagar 50.000 pesetas por alteración del orden público y juré que jamás me metería en mitad de un milagro.