Tampoco, la verdad sea dicha, he tenido que forzar mucho la cabeza para encontrar este título sobre el año que acaba de empezar. Pero eso no quita que sea verdad. Sobre todo teniendo en cuenta que es un año más desde que nos encontramos en esta cita semanal de hace... no sé cuántos. Aunque un día me decidiré a buscar la fecha exacta de aquel día, en aquel patio de El Churrasco, en el que con Antonio Ramos, mi maestro, mi director de entonces, mi paisano, mi amigo, con un salmorejo en vena tuvimos la buena idea de hacer esta página todos los domingos, ya casi es eterna.

Y a propósito, hablando de años, hay que recordar cómo está cumpliendo sus primeros ochenta de vida el Rey Juan Carlos, al que no me gusta, aunque lo sea, añadir el término emérito. Como bien dice aquel gitano gran amigo mío: «Le llaman emérito, digo yo, por que tiene mucho mérito».

Claro que sí. Cierto es. Y que además, de Córdoba, tiene entre otros grandes recuerdos aquel de «la siesta un mediodía en el Parador, donde está el olivo que un día regaló Tico Medina a su amigo Rafael, el de El Churrasco».

Recuerdos, memorias... como estas líneas tristes de homenaje a Rafael López Cansinos, el maestro, el mejor en lo suyo, que se nos fue hace unos días. Palabras hermosas, siempre bien dichas, un luto en la solapa o como antes se llevaba, en el brazo izquierdo. Sobre todo cuando se van los que como Rafael son imposibles de imitar, los únicos...

Y muchas más historias que contar. Por ejemplo, decirles esta, que aquí anoto en una libreta que estreno del artista de la piel de Montoro, Los Mohedo, que un día me abrieron la puerta de su casa y que han hecho que busque, y encuentre, aquello que tiene su arte y su artesanía. En su obra escribiré lo que me pase en este año que empieza.

Por cierto, y a propósito de Montoro... ¡que guapa que es su alcaldesa, Ana Romero! Incluso aprovecho para decir que, además, hay muchas alcaldesas guapas en toda la geografía cordobesa. Me informan que igual es donde más se da en el mapa de la belleza. Y también de la eficacia.

¡Cuántas cosas para empezar el 2018! Como el roscón de Reyes, que se hace tan bien en Córdoba, como casi todo lo que se hace esta tierra.

Y que no se me vaya de la cabeza, que a veces me olvido de las notas sueltas: la historia tan hermosa de Juan Antonio Ruiz Espartaco, al que tantas veces entrevisté arriba, cuando tenía la finca en Sierra Morena, y que acaba de contar él mismo: «Quiero que se sepa que soy torero por mi padre». Y entonces yo, en un secreto entre los dos, mejor dicho, entre los tres, un día en la finca de Manolo González, en Aracena, publiqué aquella foto en la que Espartaco se dejaba torear por aquel hombre pequeño y fuerte que era su padre. El torero glorioso llevaba los cuernos del carro del entrenamiento.

Secretos, verdades, recuerdos, memorias...

Por cierto, no equivoquen el término Tabarna con taberna. Son dos cosas bien distintas. La una, es de las cuatro esquinas de la política. La otra es lo nuestro, a lo que todos los años rendimos homenaje a la sombra de Manuel López Alejandre, el que mas sabe de vino, cuando se nombra a la señora de las tabernas. La taberna es el sitio de la esquina doble llena de verdades, como cuando llegaba aquel viejo a la bodega de mi placeta de Granada y decía solemne. «Maestro, échame vino hasta que ocurra una desgracia», sin saber aquello que un día me descubrió Mary Hemingway, que luego se quitó la vida en el Pacifico, como su abuelo don Ernesto, siempre tratando de ahogar las penas en vino sin saber que las penas saben nadar.

Por eso soy señor de los pagos de Montilla, que el año que viene y sin falta, sépanlo ustedes con tiempo, tomaré las doce uvas de esa tierra, que no en vano es la tierra del Inca Garcilaso. A ver si se me pega algo del insigne literato.

Y termino, aunque me gustaría seguir aquí en pie de por vida, pero hasta la semana que viene no se me hagan ilusiones. Debo decirles, quiero decirles, gracias por todas las tarjetas recibidas desde todo el mapa de Córdoba. Y la última, desde el Círculo de la Amistad, real, de mi buen amigo el presidente, Pedro López, al que quiero tanto.

Ayer mismo un señor de paso, como casi siempre en mi vida, va y me dice: «Leí en Bodegas Campos aquello que escribió usted en una cuba con tiza, pero que queda para toda la vida: ‘Córdoba me emborracha’». Lo que hago público para general conocimiento. Aunque ahora más bien diría que «Córdoba me embriaga», que emborracharse es distinto. Córdoba inolvidable, bendita sea.