La verdad es que, siendo un título de verdad, no es del todo cierto. Porque cumplir lo que se dice cumplir, han sido los ochenta, sí, pero ser lo que se dice ser, ha sido el jueves pasado. El día once de septiembre exactamente. No creo que le importe a mucha gente, si acaso a mí, pero por ser sinceros del todo, lo que hace hoy domingo es que son ochenta años y tres días. Pero un título es un título, y además, y por si fuera poco, 80 años no se cumplen todos los años, y es una cifra redonda.

Pesar, pesa lo que no está escrito, que yo digo lo que dice mi compadre Curro Romero, al que no veo hace tiempo, porque el día que él hizo los ochenta, que nos llevamos muy poco, me confesó: "Compadre, a mí no me importa ya, qué voy a hacer, que me digan lo de los ochenta, pero lo de octogenario..."

Lo que sí que no quiero que se me vaya es la alegría, la alegre tristeza podríamos decir más correctamente, de lo de los niños de Córdoba, ya saben, los que un día se los llevó la mala sangre, pero no quiero ni recordar lo ya ocurrido. Bueno, pero yo quiero dejar por escrito que al fin los ojos de esa madre van a dejar de llorar, al menos de esa forma, y que los va a tener tan cerca-lejos, como para poder acudir allí donde reposan sus huesitos...

A veces en el sol y sombra de mi ya larga vida, pienso en Córdoba, y mucho, y me digo, "bueno, pero si tengo además la alegría de los cordobeses, que por donde van me pregonan, y eso es grande ya para un viejo cuerpo como el mío...". Por ejemplo, que me llama Pascual Rovira, uno de mis mentores en la distancia cercana, para informarme en su paraíso de los asniños de que le van a dar el nombre de nuestro Rafael Martínez Simancas a un centro cultural, precioso, aquí en Rute, "y que quiero que usted lo sepa, porque sé que usted apreciaba a Rafael, que en paz descanse".

Pues eso está bien, no olvidar lo inolvidable, fundamental a la hora del ejercicio de ese músculo llamado corazón, aunque el corazón esta en la cabeza, ya saben. Y aplauso desde la cercanía al Córdoba arcangélico, para que siga ahí, aguantando y cuando pueda, ganando.

Y que me adhiero al homenaje a Flor de Córdoba, con todo mi afecto, porque hay flores, como ella, que no se marchitan. Y en el AVE, un señor de mis años, más o menos, que se me acerca y me dice: "Usted me va a perdonar señor Tico, pero tengo una porfia, aquí con mi señora, ¿a que es usted de Córdoba?" Todavía no, pero no pierdo la esperanza de serlo algún día, servidor es de Granada, y tan contento, pero le diré más, comparto casi las dos raíces a un tiempo.

En cuanto a la Pantoja, feliz de su paso por la noche cordobesa, "hay mucho arte ahí dentro", me dijo un día, aunque le tira aún el recuerdo de su "marío", muerto aquel día, Paquirri, tan buen torero- Y mi Premio Príncipe de Asturias de este año, de este, del pasado y de los que vienen, es mi obispo Aguirre, misionero español, y más les digo, que ya merecía el premio de la Concordia.