Todos los Domingos de Ramos son jornadas de contrastes encendidos: El pórtico luminoso de la bendición y la procesión de las palmas y la lectura evangélica de la pasión de Jesús, la aclamación del pueblo, --en la época de Jesús, amenazado, dominado, asustado--, y, a la par, su proclamación con "Honsannas, al que viene en nombre del Señor". Y en Córdoba, ayer, más contrastes: El esfuerzo ilusionado de nuestras hermandades preparando sus estaciones de penitencia y la suspensión por las inclemencias de un tiempo inseguro. Ilusión, emociones contenidas, y, enseguida, lágrimas desesperadas, gente a las puertas de los templos, en una espera frustrada. Al menos, quedó flotando entre nubes una gran interrogante: "¿Podremos encontrar en esta Semana Santa una fuente de esperanza?". Ojalá.