Ya me dirán ustedes cómo se puede explicar que un barrio con un censo de unos 400 vecinos tenga una cofradía con casi el doble de hermanos y en el 80% sean vecinos del lugar. Esas cuentas solo salen si hay mucho amor y mucha pasión, como en la hermandad del Alcázar Viejo, en la que no solo están muchísimos de sus vecinos actuales, sino también aquellos que emigraron a otros barrios, así como sus hijos y aun sus nietos. Y es que la hermandad no solo se identifica como pocas con su barrio. Quizá sea la que mejor conserva las raíces de los que nacieron en sus casas de vecinos y se criaron en sus patios. Ni un alfiler cabía ayer en el Alcázar Viejo (eso es pasión) para ver el recorrido más corto, más lento y uno de los más populares (eso es amor), con público en la calle como la alcaldesa, Isabel Ambrosio, para ver una bella petalada en el Arco de Caballerizas u oír cómo le dedicaban una chicotá a un querido hermano fallecido: Rafael González. Una noche toda pasión... todo amor.