De noche, en la zona inundada que hay entre Ghadjar y la posición, los perros se vuelven locos a ladridos. «No tengo imágenes de ellos, no es fácil conseguirla, pero cuando vamos por la carretera, a veces nos los cruzamos».

Si sales de la base Miguel de Cervantes y trazas una línea transversal por el sur del Líbano, controlado ahora por las tropas cordobesas, hacia el oeste, hacia el mar Mediterráneo, está la ruta de Kafer Kela, el feudo de la milicia chií Hizbulá. Un avispero de poblaciones, escoltado por el corredor cristiano, de banderas amarillas adornadas con Kaláshnikov junto a los fértiles campos de cultivo israelíes de Metula. Nosotros tomamos la carretera que sale de la base de Marjayún hacia el noreste: Ghadjar, Bastarra… Al fondo están los Altos del Golán y detrás, a poco más de 100 kilómetros y dos horas y pico de trayecto sinuoso, la capital de Siria, Damasco.

Este es el entorno, además de mujeres con chador y barbudos con viejos nokias sobre motocicletas, refugiados sirios en campamentos, pero también libaneses cristianos, iglesias, árabes de blanco impoluto y muchos agricultores y ganaderos en unas tierras que han mejorado mucho las infraestructuras desde que en 2009, siendo aún un joven teniente, José Miguel Vico fue por primera vez de misión al Líbano. Esta es su cuarta operación de paz en Oriente Medio, ahora como capitán de la primera compañía del Grupo Táctico Ligero Protegido Málaga en la posición avanzada 9-64, de ahí que sepa perfectamente de lo que habla.

Hay cuatro posiciones avanzadas cerca de los ocho puntos conflictivos de la misión Libre Hidalgo de Naciones Unidas. Cuatro camino hacia el mar y otras cuatro camino hacia Siria. Las dos situadas junto a Kafer Kela y sus valles son la 9-66 y la 9-15, La Roca. Las tropas de la Guzmán el Bueno X de Cerro Muriano están al otro lado, junto a la conflictiva Ghadjar y sus resorts: la 4-28 y la 9-64. Si bien el general Aroldo Lázaro manda toda la Brigada Multinacional Este, solo hay militares cordobeses en tres posiciones: la base principal 7-2, llamada Miguel de Cervantes, y las dos junto a Ghadjar, separadas por apenas 25 minutos de reloj a bordo de un Lince de 7 toneladas de peso.

Los capitanes Mateos y Vico mandan dos compañías de poco más de un centenar de soldados cada una que controlan todo lo que pasa junto a la Blue Line que divide Líbano e Israel. En sus dos posiciones avanzadas no hay horarios, apenas un puñado de ratos libres para hacer deporte en el gimnasio o en las reducidas bases sin las comodidades de la principal de Marjayún, o tirar de wifi para hablar con la familia en España o El Salvador, porque en la 4-28 hay una sección salvadoreña compartiendo mesa y bandeja con las otras dos cordobesas.

«Todo lo que ha hecho Unifil se nota tanto en las poblaciones como en los campos agrícolas, ahora se aprecian más campos de cultivo, más ganadería, más infraestructuras... Lo que hemos hecho es crear un ambiente estable para que la gente se animase a prosperar, ya que les proporcionamos algo de certidumbre en sus labores diarias», sostiene el capitán Vico (Castillo de Locubín, Jaén, 35 años). Sin embargo, no solo la «calma tensa» entre milicias y fuerzas regulares amagan con romper la frágil estabilidad de la zona, también la guerra en Siria, sus últimas zurras con Israel, la amenaza yihadista a pocos kilómetros de la frontera y, sobre todo, los refugiados. «Si bien en las primeras misiones eran pocos núcleos aislados, ahora, debido a la situación inestable de su propio país, muchos se han visto obligados a abandonar sus casas e instalarse aquí en campos», añade. Esta situación complica el trabajo en las posiciones: control de movimientos, guardias y checkpoints. «Lo que más me ha llamado la atención ha sido ver tanto campo de refugiados», corrobora el teniente López (Priego de Córdoba, 31 años). Es el jefe de una de las secciones de la posición 9-64. Lleva en Córdoba desde mayo del 2015 y procede del Regimiento Garellano, el último en incorporarse desde el País Vasco a la Brigada cordobesa.

En 2009 estrenó también misión en Líbano el sargento Peralta (Ciudad Real, 29 años). Ya entonces llevaba un par de años en la Guzmán el Bueno y ahora se sorprende de lo «bastante que ha evolucionado» el país, sobre todo «las nuevas construcciones como edificios o resorts» a lo largo del río Wazzani. Precisamente, este es uno de los principales conflictos para ambas posiciones. Con la llegada del buen tiempo hay que estar atentos a los trabajos previos a la apertura de los cinco que hay junto a Ghadjar, una población partida en dos y donde los carros de combate israelíes y sus bulldozer pugnan por el control del curso del río con niños, bañistas y dueños del ocio.

Mientras, en la 4-28, el soldado Gómez (Huelva, 33 años) solo piensa en su mujer y su hija de dos años y medio. «Y no menos importante, ¡mi cama!», exclama. «Menos mal que el contacto vía whatsapp suele ser continuo y eso ayuda a templar los nervios». Este tirador de AMP 12,70 a lomos de un Lince se pasa el día como un caracol con la cabeza y la ametralladora fuera del vehículo. «Saber que parte de la seguridad de esta gente se la proporciona nuestra presencia hace que salir de patrulla sea más liviano», dice. “Sabíamos que no sería fácil --añade su compañero, el soldado Pérez (Sevilla, 26 años)--, la carga de guardias y patrullas requieren un gran esfuerzo». Pero «los días van pasando, tranquilos y a buen ritmo», le contesta su jefe de pelotón, el sargento De la Paz (Tortosa, 31 años). «Trabajar con ejércitos de otros países es muy enriquecedor, ver sus medios, vehículos, armamento, procedimientos...». Todo un veterano, pese a su edad, que ha pasado por Bosnia, Afganistán y que repite en Líbano. «Aquí de lo que se trata es de romper la rutina», asegura el otro sargento Juan Antonio Castillo (Antequera, 30 años). Una rutina vigilada de cerca por chacales que merodean las posiciones cordobesas.