La pequeña ciudad de Compton, media hora al sur de Los Ángeles, es la cuna del 'hip hop' de la costa oeste y el gangsta rap, la patria chica de Dr. Dre, Ice Cube y N.W.A. Uno de esos lugares donde todos los caminos se juntan por los caprichos de su ubicación geográfica, pero también la clase de sitio donde es mejor caminar con la cabeza gacha y no meterse en líos. La violencia entre pandillas, los robos y los tiroteos ensuciaron su nombre en los noventa, cuando empezó a tener uso de razón el que es hoy una de las grandes estrellas de la NBA, James Harden, el hombre de la inconfundible barba hípster y candidato al MVP. "Era un sitio bastante peligroso, como muchos otros lugares en el mundo. Cuanto más te centras en lo positivo y te alejas de las calles, mejor te va", contó en una entrevista.

Lo que aquellos cronistas del gueto hicieron retorciendo las palabras con rimas escandalosas y fraseados imposibles, Harden lo está haciendo dentro de la cancha, convertido en jugador total, capaz de pulverizar récords reservados a los dioses de la canasta. Esta semana se convirtió en el primer jugador de la historia de la NBA en anotar 60 puntos en un triple doble, con 11 asistencias y 10 rebotes en 46 minutos sobre la pista que le sirvieron a sus Rockets de Houston para imponerse 114-107 a los Magics de Orlando. 'La barba' las metió de todos los colores, entrando hasta la cocina o tirando de más allá de los siete metros. Ni Michael Jordan ni Kobe Bryant fueron capaces de completar nunca unos números tan estratosféricos. "Nunca he visto una actuación semejante. Me pasé el partido observándole como un verdadero fan", dijo después su compañero de equipo Gerald Green.

UN PADRE PROBLEMÁTICO

Como muchos de los héroes del deporte estadounidense, Harden nunca lo tuvo fácil. Cuando nació, su padre estaba en la Marina, y al volver entró en ese ciclo tan consustancial a la existencia de la América negra y urbana: una espiral de drogas y estancias en la cárcel. Harden no se lo perdonó, ni siquiera cuando se dejaba ver en sus partidos del instituto. Todavía hoy se niega a añadir a su nombre el epígrafe de 'junior'. Fue su madre, administradora en una compañía telefónica, la que se ocupó de mantenerle alejado de las calles. Primero con el T-Ball, luego con el béisbol y finalmente el baloncesto. "Siempre estuve en movimiento. No tenía tiempo para holgazanear y pasar el rato con quien fuera".

Harden fue al instituto fuera del barrio, y de allí al equipo universitario de Arizona State, donde no tardó en llamar la atención. Oklahoma City Thunders lo fichó en el número tres del draft en 2009 y tres años después fue elegido como el mejor sexto hombre de la liga y ganó el oro en los Juegos Olímpicos de Londres 2012 con el enésimo 'Dream Team' de las barras y estrellas. Aquel mismo año se mudó a Houston y de estrella en el banquillo pasó a convertirse en un jugador casi perfecto, por más que se diga que podría defender mejor, y también el mejor pagado, con un salario cercano a los 40 millones de dólares anuales. En 2015 y 2017 quedó a las puertas de ser el MVP, pero este parece que puede ser su año. Con 31.1 puntos por partido, es el mejor anotador de la liga.