El Centro de Creación Contemporánea de Andalucía, el C3A, ya lleva abierto algo más de un año, y, para el 2018, la Consejería de Cultura se ha propuesto un impulso que lo sitúe en el mapa de los nuevos movimientos artísticos. Con su director nombrado hace diez meses, las actividades del 2017 han sido una «cata» de lo que se podía ir haciendo mientras el equipo recién designado se marcaba objetivos y elaboraba una programación que presentó el jueves pasado en Córdoba el consejero de Cultura, Miguel Ángel Vázquez. Las previsiones anuales ponen «carne» en el asador del C3A, lo dotan de contenidos que abarcan desde exposiciones internacionales (el ciclo se abre en febrero con la vietnamita Dinh Q. Lè y el colectivo danés Superflex) hasta talleres de alto rendimiento dirigidos a profesionales y una interesante modalidad, la de las 20 residencias artísticas que becarán a creadores tanto andaluces como del ámbito nacional e internacional. Ellos trabajarán allí y al tiempo expondrán su obra. También dará contenido al centro el simposio de inteligencia artificial que se proyecta para marzo. Son distintas acciones que introducirán vida y darán fuerza intelectual a un equipamiento público cuyo concepto resulta novedoso y difícil de entender: no es un museo, no es una galería de arte, no es una escuela, no es un taller… Y es, o quiere ser, todas esas cosas y mucho más, el producto de la multiplicación de las mismas para que Córdoba se vaya haciendo un nombre en el ámbito de la creación contemporánea internacional, para que haya intercambio de actividades y descubrimientos, para experimentar y pergeñar nuevas tendencias, para atraer a los mejores artistas plásticos en un sentido muy amplio, de las disciplinas tradicionales y de las nuevas, empezando por las audiovisuales y cibernéticas, y para introducir criterios de modernidad en una Córdoba cuya imagen de marca está presidida por la tradición y el patrimonio histórico.

Un objetivo difícil, que requiere inversión, constancia en el tiempo y también mucha capacidad de discernimiento de los gestores, a los que cabe pedir un esfuerzo de difusión para introducir al ciudadano en un arte que no ha tenido apenas predicamento en Córdoba. Requiere también apoyo decidido del mundo artístico, que debe entender el C3A como una palanca impulsora y no como un cómodo refugio, pues los artistas deberán buscar su sitio en el mercado. Y, en conjunto, es indispensable el respaldo de la sociedad, un factor clave. Es verdad que los cordobeses han acogido con cierta frialdad y escepticismo la puesta en marcha del C3A. No ha ayudado el tiempo en el que el magnífico edificio de Miraflores ha estado cerrado y sin uso. Pero aquí está el C3A, y merece la pena que los cordobeses lo hagamos nuestro, lo valoremos y lo impulsemos como una variante de las capacidades de nuestra sociedad y de sus jóvenes creadores.