De poco o nada sirven los refuerzos sin esfuerzo. La competencia sin competitividad. Al margen de una primera mitad primorosa del Celta, que emuló al Córdoba de hace una semana ante el Real Madrid en un alarde de intensidad y buen gusto, y de una pareja de árbitros de sainete en la acción del penalti no penalti, penalti no penalti, el equipo de Miroslav Djukic volvió a ofrecer esa versión más cercana a la de sus primeros pasos por la Primera División que parecía olvidada, indeciso y débil en labores de brega e intenciones, lo que puso aún más fácil el triunfo a un Celta de Vigo que no lo hacía en su estadio desde el pasado 24 de octubre.

De nuevo el fútbol le dio una lección ejemplar: si no hay compromiso con el trabajo comunitario, solidez e intensidad y sacrificio, un equipo como el Córdoba que fue ejemplo de todo eso hace solo siete días es capaz de convertirse en una marioneta en manos de un equipo que llevaba diez jornadas sin conocer la victoria y en una dinámica en picado. Porque por segunda vez que visita Balaídos, dio la sensación de que el Córdoba no tenía hora para jugar al fútbol. Sin embargo, esta vez las circunstancias eran muy distintas a las de su anterior visita en Segunda A que le dio el pase al play-off de ascenso. Esta vez la historia era distinta. Esta vez ambos se jugaban mucho más que tres puntos. El Córdoba se había ganado por mérito propio ante el líder el derecho a comparecer con vitola de favorito ante un Celta con problemas y un técnico en el punto de mira. No estuvo y casi no se le esperó hasta bien entrada la segunda parte, cuando su rival acusó el esfuerzo y temió por su renta. No en vano, desde el golazo de Nolito en el minuto 55, dejó de tener protagonismo para cederle margen de actuación a los blanquiverdes.

Mientras algunos apuntan al árbitro, otros al Almería y el Levante --si ganan ambos el Córdoba cae de nuevo a descenso--, Djukic debería recordarle a jugadores como Ghilas o Bebé la importancia del trabajo defensivo. Dos de los jugadores más decisivos y alabados en el último partido en El Arcángel, no solo por su despliegue ofensivo, ayer, simplemente, no estuvieron al nivel aceptable en tareas defensivas obligando a un esfuerzo extra y mayor margen de error a sus compañeros de las primeras líneas. Edimar y Gunino fueron los sacrificados de turno, siempre en inferioridad y sobrepasados ante el empuje local. El doble pivote también sufrió. Juan Carlos, el meta, ofreció el contrapunto. Después de varias semanas de moción de confianza se queda solo (en realidad con Saizar que se veía fuera) en una retaguardia de peso. Anoche, el alcarreño mantuvo el tipo y a los suyos en el partido hasta el pitido final con paradas de esas que valdrían puntos si todos estuviesen a su mismo nivel.

La irrupción de Héldon Ramos, en el capítulo de altas, no fue tan excepcional como la de Edimar y Bebé en su día, pero apuntó destellos que dará sin duda opciones nuevas al técnico, que de nuevo se quedó sin renovar los tres jugadores de campo. A poco que Zuculini y Krhin estén en la media de acierto de los que han llegado, es de esperar que a niveles parecidos de intensidad de las últimas jornadas el partido de anoche quede en una advertencia en lugar de un síntoma. Y haya recompensa.