"Si no sale el equipo, no me voy de aquí", cantaba la hinchada blanquiverde con el entusisamo del que acaba de llegar al Bernabéu. En el coliseo merengue ya apenas quedaba nadie. Solo la afición del equipo visitante, que una vez despejado el graderío se pudieron ver la cantidad de camisetas blancas y verdes dispersas por las distintas zonas del estadio. Poco a poco, los cordobeses iban enfilando los vomitorios bajo el chiflido de los que no entendían que la gente abandonase su localidad. Muchas horas en la carretera, la previa, el sol y la incertidumbre de si saldría el equipo. O no.

Entonces aparecieron. Algo cabizbajos. Con la pesadumbre de haber perdido. Pero cumplieron. Fede Cartabia encabezaba la partida. Le seguían Pinillos, Crespo, López Silva y Adrián Gunino. Por detrás, Luis Carrión y Albert Ferrer, que fue aclamado por la afición y respondió con un aplauso al cielo en una bonita comunión entre el campo y la grada. Una ovación mutua para cerrar una noche para el recuerdo.

Ya en la Castellana, la propia afición madridista aplaudía a los cordobesistas. "Bien jugado". Incluso hubo un grupo de azafatas del club blanco que pidió que le entonaran el himno de Queco. Otros tenían más ganas de tocar las narices y pisotear al pequeño. "Vamos, Betis". Ni caso. "Verdiblanco en Segunda y blanquiverde en Primera". Y por Padre Damián enfiló el autobús del equipo la vuelta a casa.

A la espera

Ya hacía tiempo que el grueso de la hinchada cordobesista estaba en la carretera. Los que se quedaban a la espera de que llegase su autobús negociaban con la Policía dónde podían esperar, ya que los agentes explicaban que los autocares no iban a poder llegar hasta el fondo norte del Bernabéu y los mantenían retenidos en la Castellana, así que tocó esperar por los alrededores y confiar en que los 55 pasajeros se encontrasen. Los primeros autocares salieron sobre las 11 y hasta casi las 12 no partió el último autocar cordobesista. El conductor alegaba que por Ley tenía que tener un descanso de nueve horas, así que a esperar.

En el autobús apenas se hablaba del partido. El equipo había cumplido y no se había producido la tan temida goleada ante los mejores jugadores del mundo. Los mayores consultaban cómo le había ido la jornada en La Quiniela; los de mediana edad, en las casas de apuestas por internet; y los más jóvenes, la puntuación que habían obtenido en el Comunio.

Apenas estaba el autocar en autovía cuando se escuchaban los primeros ronquidos. El sueño del Bernabéu había terminado y, al día siguiente, había que trabajar.