A mí no me echaron, pero me fui, al mismo sitio que tú. Huesca es muy diferente, ya verás. Los inviernos son muy largos, hay mucho cielo gris y debes aprender a quererte mucho. Sé que lo tuyo no fue una huida, aunque seguramente te apetecía huir. Todos, en algún momento, hemos sentido el deseo de plantarnos delante de nuestro jefe, reclinarnos en la silla y decirle adiós, me voy, no te aguanto más, quédate con tus paranoias, con tu estrés, con tu exigencia desmedida, con tu nula empatía, quédate con tu dinero, con tu tacañería y, por supuesto, no se te ocurra ofrecerme nada ahora. Quédate con tus vicios y tus caprichos, y tus aburridos «todos me odian», tu victimismo, con tu manía de joder la mejor época. Quédate ahí.

Quédate que yo me voy.

Ciao, ciao.

Y te vas lo más lejos posible.

800 kilómetros es suficiente.

Al principio hasta te gusta que le vaya mal. Pero poco a poco empiezas a sentir nostalgia. Tú estás muy en el norte y aquí siguen pasando cosas. Buenas y malas. Las ves por la tele, te las cuentan, ves llantos y fiesta, y se va apoderando de ti la extraña sensación de que te estás perdiendo algo, que tu sitio quizá está en el sur, por mucho que hayas odiado al sur.

Dices que allí, en el norte, la gente del club en el que estás ahora es normal. Yo me pregunto qué es la normalidad.

Al principio me alegré por ti. De lo que te has librado, pensé. Pero luego seguí dándole vueltas. ¿Ser normal mola?

La anormalidad:

No es normal poner durante cuatro días en bucle una canción de siete minutos y medio. Siempre la misma canción, la que estoy escuchando mientras escribo estas líneas.

¿Acaso es normal ponerse el bañador a las diez de la noche un lunes de invierno? ¿Es normal preferir nadar solo cuando un rato antes lo puedes hacer con un grupo de ocho personas a una hora decente? No es muy normal y, sin embargo, veo todos los lunes a la misma chica rubia, delgada, de brazo fuerte, con su gorro negro, disfrutar de sus brazadas en soledad.

Todos tenemos nuestras rarezas.

Todos.

¡Y vivan! ¡Vivan todas ellas! Porque son las que nos hacen únicos, diferentes al resto. Especiales. Y sí, a veces nos odiarán por ellas, nos llamarán raros.

¡Raros, raros, raros!

No encajaremos.

Entiendo que estés enfadado, que en este momento de tu vida quieras a gente normal a tu alrededor; es lógico porque la gente diferente a veces también agota.

Y nosotros somos diferentes.

Mira, hoy teníamos que estar pensando en subir a Primera. Échale un vistazo a la clasificación; anda, compadécete de nosotros.

Así somos. Rarísimos. Y así aguantaremos aquí. Con esta gigantesca imperfección, con esta incertidumbre que un día nos va a matar, pero que al menos nos mantiene entretenidos.