Rafa Nadal contestó en una ocasión que «las derrotas no engrandecen nada por desgracia, pero también uno se da cuenta de la dificultad de lo que he hecho hasta hoy. Ayuda a valorar todo lo que he hecho anteriormente». El Córdoba no salió derrotado ayer, ni mucho menos, de El Arcángel. De hecho, mantuvo su racha como invicto y ya son cinco las jornadas que acumulan los de Sandoval sin salir derrotados. Pero la frase del campeón español viene al pelo para poner en su justo valor el último mes de los blanquiverdes. Lo que ha costado hasta ahora meterse en la pelea por la permanencia, la manera en la que se ha hecho y, sobre todo, la fe que ha demostrado, la transformación experimentada por el conjunto blanquiverde. Quizás como botón de muestra de esa transformación valga como ejemplo un chaval como Miguel Loureiro. En un duelo en el que las bandas estaban perdidas de antemano, luego se explicará, el gallego volvió a confirmar con su actuación que este Córdoba no sólo puede, sino que va a poner, que pone, todo el corazón en ello. Y eso solo, ya de por sí, merece que asistan no 18.015 espectadores a El Arcángel, sino que el estadio municipal se quede pequeño. El Córdoba ha hecho un llamamiento a los suyos y éstos deben responder, incluso, con mayor fuerza de lo que lo hacen. Y los suyos son todos los que están en la ciudad y la provincia. Porque ver a este Córdoba no aflojar ni un ápice a pesar de tener ante sí un encuentro más que cuesta arriba es digno de alabar y reconocer. Por todos. El punto salvado por el gol de Aythami hace que las cuatro victorias consecutivas anteriores -y las que han de venir- ganen mayor peso.

Y se ganó ese punto en un partido más que complicado para los de Sandoval, que acusó la ausencia de Javi Galán por la izquierda, lo que sumado a tener un solo extremo puro en la plantilla le hizo decantarse por intentar meterle los problemas a Anquela por dentro. Tuvo que meter a Fernández en la izquierda y sentar a Jovanovic para con Reyes por el centro, Narváez desde la izquierda y Alfaro desde la derecha buscarle las dificultades a los gallegos por dentro. Le funcionó sólo en parte, ya que a pesar de un primer tercio igualado, el peligro de los carrileros carbayones estaba ahí. Después de algún intento infructuoso, Mossa logró sorprender a Loureiro, se fue hasta el fondo y una descoordinación defensiva y la eterna movilidad de Fabbrini hicieron el resto. El Real Oviedo encontró lo que busca siempre: ponerse por delante en el marcador, que es como encuentra mejor y mayor justificación a su juego. A partir de ahí, al Córdoba le tocó siempre remar a contracorriente. Pero incluso en las feas, con un rival más que rocoso, este Córdoba da argumentos para creer en él. Hubo en un pasado, tanto reciente como algo más lejano, equipos que, incluso en sus mejores momentos, resultaba complicado creer en ellos. Este Córdoba, hasta en los peores instantes, logra que no se pierda la fe del todo en él.

No le salió bien la apuesta de inicio a Sandoval, a pesar de esas apariciones de José Antonio Reyes -que aguantó los 90 minutos-, de la pelea sin final de Sergi Guardiola, del corazón que le puso Alfaro o, para volver a sorprender a todos, de las incorporaciones al ataque de Loureiro. En una de ellas, ya rozando el descanso, dejó un gran balón a Alfaro, que lo elevó demasiado.

No era problema de un Córdoba que lo daba todo, sino de un Oviedo que era una piedra y no mostraba prácticamente ningún camino franco hacia Herrero. A pesar de todo, el conjunto blanquiverde continuó pegándose contra la pared una y otra vez. Reyes, que ya en el minuto 30 obligó a Herrero a volar, lo intentó de nuevo a balón parado en un par de ocasiones, sin éxito. Pero el equipo de Anquela se asomaba con cierto peligro por el área de Kieszek, sin llegar a rematar, sí, pero con un peligro sordo que provocaba miedo, la sensación de que en una de sus transiciones cerraría definitivamente el encuentro. No fue así. Y Sandoval activó el banquillo. Quiso probar con la velocidad de Jovanovic, pero el centro del campo blanquiverde ya no tenía fuelle para suministrar balones al serbio, de ahí que se atreviera con Álvaro Aguado en lugar de Aguza. En ese punto, el Córdoba ganó, más que nada porque logró que el encuentro no tuviera el guión prefijado al que había obligado el Oviedo. A partir de la entrada del chaval, el partido pareció más roto, algo que no le interesaba precisamente a Anquela, que metió a Johannensson por Cotugno y, poco después, a Linares por un desaparecido Toché.

En la recta final sólo había un bloque marmóreo azulón y un Córdoba que era solo corazón. ¿Solo? Fue más que suficiente. El equipo de Sandoval, espoleado por más de 18.000 espectadores, rondaba el área de Herrero a base de empellones, de pelear cada balón como si fuera el último del encuentro y, cómo no, una subida de Loureiro con disparo final del gallego con la zurda, se convirtió en el origen del empate. El disparo del lateral derecho se convirtió en una enorme asistencia a Aythami, instalado ya como delantero centro. El canario se lanzó a por todas y batió, por fin, la meta carbayona.

Podría pensarse que evitar la derrota era suficiente para este Córdoba, pero no se quedó ahí. Sergi Guardiola obligó a intervenir de nuevo a Herrero y los blanquiverdes rondaron, incluso, el triunfo, algo que hubiera sido ya excesivo, tanto por el encuentro que se vio como por los problemas que tuvieron los locales para generar fútbol. Pero el futuro se presenta en positivo: se recuperará a Javi Galán y Reyes ya ha jugado 90 minutos. Mientras eso llega, ante el Oviedo bastó con ese punto de orgullo.

Ficha técnica:

Córdoba: Kieszek; Loureiro, Aythami, Quintanilla, Fernández; Edu Ramos, Sergio Aguza (Álvaro Aguado, m.63); Reyes, Alfaro (Jauregi, m.75), Narváez (Jovanovic, m.58); y Sergi Guardiola.

Oviedo: Alfonso Herrero; Cotugno (Johannensson, m.66), Carlos Hernández, Forlín, Christian, Mossa; Folch, Rocha (Hidi, m.86); Saúl Berjón, Toché (Linares, m.78) y Fabbrini.

Goles: 0-1, M.27: Fabbrini. 1-1, M.87: Aythami.

Árbitro: Aitor Gorostegui Fernández-Ortega (C. Vasco). Amonestó a los cordobesistas Edu Ramos y Reyes, y a los visitantes Forlín, Toché, Johannensson y Mossa.

Incidencias: Partido de la trigésima segunda jornada de Segunda, disputado en El Arcángel ante 18.015 espectadores, entre ellos cerca de un centenar de ovetenses. Césped en buenas condiciones. Se guardó un minuto de silencio por el fallecimiento del árbitro Carlos Gonzalo, hijo del periodista de Canal Sur Radio del mismo nombre.