Jardiel Poncela decía que los candidatos son «como los cines de barrio; primero te hacen entrar y luego te cambian el programa». Sí, ya sé. Se refería a los candidatos políticos, ahora que el tema está tan candente con unas posibles terceras elecciones en apenas un año. Pero otros candidatos (en lo deportivo) parecen emular a los de los partidos políticos.

A este Córdoba y a cualquier equipo hay que juzgarle por lo que muestra ahora. No por lo que asegura que puede ser. Porque de lo prometido, como los candidatos de todo color y pelaje, ya se sabe... Sobre todo si no es fácil atisbarle caminos para llegar a esa promesa o, como es lógico, se compara con el de la pasada temporada. Si hasta hace unos meses el Córdoba candidato al ascenso se quedó en el quinto puesto, en el que logró meterse en el último mes de campaña y se quedó --a las primeras de cambio-- fuera de la carrera por el ascenso, se entiende que aquel Córdoba es el suelo (o una o dos plantas inferior) a éste. Es decir: si en teoría te quedas a dos o tres pasos de lo prometido, mantienes todo lo bueno que has tenido y refuerzas y mejoras lo menos bueno, aquello que te ha obligado a repetir curso. Eso dice la lógica. Pero este Córdoba lleva ya tiempo en que eso de la lógica es como lo del chiste del pájaro, la belleza y la sexualidad. Aquél hombre del campo profundo que se cruzó con el paisano años después de no verse y éste le dijo que se había ido a estudiar «lógica» a la capital.

Todo al revés o con una conexión «ilógica». Ayer, en Murcia, se cumplieron todos los miedos del verano. Se echó de menos a Fidel Chaves. Su calidad en el regate en un metro cuadrado para desequilibrar o incluso romper el muro. Se echó de menos el trabajo de Xisco en la mediapunta, sin ser mediapunta (!). Se echó de menos a Florin Andone, el rumano al que le daba igual cómo jugara su equipo, quién fuera el rival o si tenía mucho o poco balón. Una sandía botando, pelea con los centrales y, solo ante el portero enemigo, romper cualquier encuentro en el que nadie jugaba a nada. Que ocurrió en no pocos partidos, precisamente, de la pasada temporada. Que es lo que ocurrió, ayer, en La Condomina. Bien. Este equipo no tiene la pegada de aquel, pero cualquier aficionado podría pensar que mejoraría lo menos bueno de hace un año: el sistema y la línea defensiva. Pues no.

Así, los brillos del pasado se han apagado y las sombras del mismo período permanecen ahí. Al igual que las promesas del candidato. Los hechos volaron hace unos meses y no parece que vayan a realizarse tampoco en un futuro a medio plazo, visto lo visto hasta ahora.

El Córdoba visitaba ayer a un club recién ascendido y con una década de historia. Un equipo que mantiene su seña de identidad que le hizo ascender a Segunda. Vaya, fidelidad a lo bueno y mejora de lo menos bueno. Y sin necesidad de aprenderlo en la universidad. Lógica. Mantiene los mecanismos que le han llevado al éxito y morirá --descenderá-- o no con ellos. ¿Qué mecanismos mantiene este Córdoba, con cinco titulares de la pasada temporada (sólo dos de ellos de los destacados) y el mismo entrenador? Un proyecto totalmente nuevo, eso sí, con la misma promesa de la pasada temporada. Incumplida, por cierto.

Y delante, un modesto equipo con sus señas de identidad y con menos nombres que el que componen el blanquiverde. Sin etiquetas, promesas ni zarandajas, el «partido» que se jugó fue el que le interesó al UCAM. Y el Córdoba no tuvo respuesta. Un encuentro acogotado, trabado, áspero. Pero esos partidos sin fútbol, hace un año, los resolvía el rumano, que abría la lata y generaba muchas dudas en la defensa del rival. La del UCAM --recién ascendido-- se mantuvo tranquila casi todo el encuentro. Desde el inicio, Salmerón le plantó a Oltra un 1-4-1-4-1 con César Remón por delante de la defensa y Basha y Kitoko como interiores, con los que se bastó para eliminar cualquier peligro o molestia por dentro. Por fuera, Salmerón vio el partido de Antoñito ante el Tenerife y le tuvo 90 minutos tapado basculando a esos tres hombres con la ayuda inestinable de Facundo Guichón. Primer tiempo de anulación de ambos, que era lo que interesaba a los locales. En el segundo, los azules y dorados dieron un pequeño paso para adelante y se les veía progresivamente más cómodos, dentro de un partido de bajísimo nivel y casi ausente de ocasiones. Las primeras claras fueron para los murcianos, que movieron el marcador en la especialidad que les hizo ascender: el balón parado. Gol olímpico, precioso, de Góngora con la colaboración de Kieszek.

Al Córdoba le entraron las prisas. Oltra metió a Piovaccari y a Caballero. Salmerón, a Tito y a Hugo Álvarez y antes, a Jona para intentar sentenciar. A punto estuvo el UCAM de hacerlo en dos contragolpes con un Natalio que, las pocas veces que apareció, fue como un joven conejo (a sus 31 años) para linces otoñales.

El UCAM no se definió en los últimos minutos. Los cambios eran para amarrar y hacerse fuertes atrás, pero intentaba salir al contragolpe viendo al Córdoba volcado. Los blanquiverdes lo intentaban sin resultado. En una jugada sin aparente peligro, Antoñito, desde el interior, centraba al segundo palo, en donde Luso se imponía a Tekio y se encontraba con la colaboración de Biel Ribas para restablecer la igualada en el marcador. El Córdoba está imbatido y en puestos de honor. Un punto que sirve al candidato para disfrazar el cambio del programa cinematográfico.