Contemplar y narrar las hazañas del Córdoba en esta temporada se está convirtiendo en un vía crucis, por lo que hay que imaginarse lo que estarán pasando sus decenas de miles de seguidores y, sobre todo, sus casi 17.000 abonados, que se apuntaron al «equipo del ascenso» bajo el eslogan, hoy sarcástico, de «Y déjate de pegos». Sobre todo porque el pasado verano el club repitió y agudizó lo ocurrido la campaña anterior, aquella en la que, sin rubor, se la calificó desde dentro con un sobresaliente a pesar de estar el Córdoba entre los clubs que más ingresaron para quedarse con el octavo límite salarial y presentar un equipo absolutamente desequilibrado, con la zaga más corta de la categoría: cinco defensas. Aquel quinto puesto fue un logro mayúsculo y hubo quien lo aceptó. Tal cual. Recién llegados de Primera, con las arcas limpias -según el club- y, por tanto, con obligación de regresar a la máxima categoría, la inversión se quedó en el octavo puesto de la Liga.

Porcentualmente, con un 25,13%, el Córdoba fue el que menos invirtió en el equipo con respecto a los ingresos que tuvo. ¡Claro que fue un éxito! ¿Sobresaliente? ¡Matrícula de honor! Dado el triunfo logrado había que seguir faltando el respeto. No sólo a abonados, al club, a la ciudad. No. Al propio fútbol. A la categoría. A esos rivales que invierten -como el Levante, como el Lugo, como el Girona, como tantos y tantos- el 40, el 50 y hasta el 60% de sus ingresos en la plantilla.

Así que lo bueno de aquel equipo se volvió a convertir en dinero (Florin, Fidel...) o se dejó marchar de forma lastimosa para no desembolsar una ficha imposible de pagar en un delantero (Xisco, 350.000) pero sí para unos servicios médicos. Así que si hace un año era la defensa más corta, ahora tocaba hacerlo con la delantera más reducida de la categoría, con los mismos problemas defensivos y, de nuevo, con una inversión por debajo del 30% sobre lo ingresado. Sin hombres diferenciales en ninguna de sus líneas. Eso sí: «Déjate de pegos» que, al final, esto vuelve a ser un éxito... Para el mismo. La segunda falta de respeto ya no se la ha pasado el fútbol al Córdoba y a quien rige sus destinos. Ni más ni menos que aquello que dijo Churchill, creo: se puede engañar a uno toda la vida o a muchos durante un tiempo, pero a todos para siempre... Y menos, al fútbol.

Así, a quien decide en este Córdoba ya no le valen ni los parapetos. Ni su director deportivo, ni su entrenador, ni un presidente puesto a matacaballo, porque todos, sin excepción, identifican el lugar exacto en donde se centra la responsabilidad.

Mientras, el equipo hace lo que puede que, lógicamente, no es mucho. Cambiar y cambiar, algunas cosas de manera absurda, buscando una reacción más que complicada. Donde no hay mata, no hay patata.

Le tocó al conjunto blanquiverde visitar al líder, un Levante que, recién descendido, sí que ha puesto todos sus recursos para intentar regresar. Sin trucos ni prestidigitaciones de artista callejero. Y la primera decisión de Carrión, cambiar el portero, le explotó en la cara. Porque el ghanés, a los diez minutos, no supo qué hacer con el balón en la frontal y se decantó por hacerle falta a Roger. El golpe franco de Campaña era más que parable, pero entró y se convirtió en un mazazo difícil de recuperar.

Pero lo hizo el Córdoba. Es cierto que al Levante le anularon un gol legal unos minutos después, pero el conjunto blanquiverde fue a más durante ese primer tiempo. Los nervios del inicio y el fallo del portero se superaron y dieron paso a un equipo que no sólo evitaba las llegadas de los adversarios, sino que merodeaba el área de Raúl, que tuvo que aparecer en un par de ocasiones. Si a balón parado mató el Levante, a balón parado murió, ya que en un saque de esquina de Javi Lara, Héctor Rodas estuvo avispado y remató casi de volea, imparable para el portero granota.

Acusó el gol el Levante y al Córdoba se le vio casi cómodo. El dibujo con tres centrales y dos carrileros no es malo para este equipo, siempre y cuando tenga más velocidad en el defensa del centro y en el tridente del mediocampo haya un jugador, aparte de Edu Ramos, que pueda aportar más consistencia defensiva y, a la vez más llegada, que Javi Lara o Caballero. Posiblemente Markovic, que ni pisó el césped. Pero este equipo acusó en el Ciutat de Valencia lo mismo que viene acusando desde el inicio de temporada y, en parte, desde la temporada pasada. La fragilidad atrás y el aspecto físico son desesperantes. Nada más iniciarse la segunda mitad, Roger dio el primer aviso, aunque se quedó sólo ahí.

El Córdoba, que era hasta ese un momento un equipo que buscaba enfriar siempre el encuentro, se convirtió en un conjunto congelado, sin carácter, sin ideas. Y como en tantas otras segundas partes, perdiendo paulatinamente fuerza en el centro del campo, algo que no se vio desde la banda. Un pase desde ahí, combinado con la velocidad de Roger junto a Héctor Rodas desequilibró de nuevo el choque.

Los problemas físicos del equipo se reflejaron, una vez más, en las salidas de Bíttolo y Edu Ramos del campo y, mientras que el Córdoba bastante tenía con mantenerse en pie, el Levante fue dejando pasar el tiempo para dar otro pasito hacia Primera. El gol de Jason, con una carrera de casi 70 metros, volvió a mostrar la incapacidad de este Córdoba en los segundos actos, algo que viene ya desde la pasada temporada, aunque entonces se tapaba con los que ya no están.

Los peajes por la falta de respeto al fútbol, esquivados entonces, continúan pagándose ahora, partido a partido.