El partido de la temporada. 90 minutos para la salvación. Dejar atrás un sufrimiento que dura ya muchos meses o, por el contrario, continuar con el mismo hasta el final. El Córdoba, aún en la mesa de operaciones, tiene la oportunidad esta noche de quedarsesolo con el dolor que transmite una cicatriz tras el paso por el quirófano, sabedor de que ha estado al borde del drama pero que en el último momento ha conseguido esquivar a la muerte.

El costurón debería recordarle, en cualquier caso, qué le llevó hasta la mesa de operaciones para mejorar su vida y no reincidir para no verse en las mismas, de nuevo, la próxima temporada. Por el contrario, si el resultado ante el Oviedo es contrario a sus intereses, permanecerá abierto en canal y con la duda existencial de si las fuerzas le proporcionarán el último hálito para permanecer con vida, para continuar en Segunda, en las dos última jornadas.

Una derrota supondría un duro golpe para sus constantes vitales, un punto equivaldría a seguir peligrosamente conectado a la respiración artificial y un triunfo le sacaría del quirófano para trasladarse a planta. No recuperado del todo, aún sin poder marcharse a casa, pero sí con un plazo para volver a la vida normal, para seguir siendo un equipo de Segunda.

Sabedora la entidad blanquiverde de que la temporada ha sido la opuesta a la que se prometió en verano, repitió en esta semana la oferta para atraer a público al estadio. Pero para lograr la mejor entrada de la temporada necesitará que los desengañados, los hastiados, los aburridos del fracaso y del engaño olviden todo y se centren tan solo en el equipo, en salvar al Córdoba para que permanezca una temporada más en la categoría de plata del fútbol español.

Se colgará el cartel de «no hay billetes», como ocurrió ante el Reus, pero ante los catalanes no hubo en El Arcángel ni 14.000 espectadores, cuando solo el número de abonados roza los 16.000. Si el absentismo del abonado roza números normales y no de récord como en esta segunda vuelta, el estadio cordobesista aparentará lleno, con no menos de 17.000 almas. Si se mantiene la desidia se repetirá una cifra similar a la que hubo ante el Reus.

No debería ser así por los números del equipo de Carrión en El Arcángel. El catalán ha logrado estabilizar al Córdoba en casa, al menos numéricamente, ya que los blanquiverdes son el sexto mejor local de la categoría en lo que se lleva de 2017, con una sola derrota, allá por febrero, ante el Huesca de Anquela. Los otro nueve encuentros los ha saldado este Córdoba con cinco triunfos y cuatro empates, por lo que según las cifras el Oviedo no tendrá fácil puntuar esta noche y bastante complicado ganar. Los de Carrión han de hacer valer ese estado anímico que han forjado en casa para asestar un golpe a sus rivales por la salvación, ya que una victoria ante los del Principado dejaría la permanencia, si no matemática, sí virtualmente sellada.

En una semana en la que no ha habido ningún tipo de contratiempo, Carrión ha tenido a todos los jugadores disponibles (salvo Cisma y Rodas, obviamente), aunque el catalán parece tener claro que lo que funciona numéricamente, mejor no tocarlo. Por lo tanto, lo más probable es que el Córdoba insista con el once inicial por tercera vez consecutiva, algo realmente inaudito en esta temporada. Kieszek es indiscutible, quizás el único durante toda la temporada, mientras que la línea de atrás seguirá configurada por Antoñito y Bíttolo en los laterales, y Caro y Deivid en el centro.

Por delante, cinco hombres con uno algo más adelantado, Sergio Aguza, que tendría por detrás en las bandas a Pedro Ríos y a Javi Galán (gran impulsor del equipo en ataque en esta recta final de campaña), mientras que a sus espaldas actuarán Edu Ramos y Javi Lara (el otro pilar, sobre todo a balón parado). Por delante de esa línea de cinco se plantea la única duda en el once, entre Piovaccari, que parte con ventaja, y Rodri Ríos.

Entre las notas positivas de la semana, el regreso al trabajo de Carlos Caballero tras su duro trance personal, pese al que entrará en la convocatoria, según anunció el propio técnico blanquiverde en la rueda de prensa del pasado viernes.

Enfrente, un Real Oviedo que llega a Córdoba a quemar su último cartucho en pos de las eliminatorias de ascenso a Primera División. Los carbayones necesitan el triunfo para meterse en ellos o, al menos, para continuar en la pelea. Por el contrario, una derrota significaría, casi con seguridad, el adiós a esa aspiración. Para conseguirla mucho tendrá que cambiar su cara con respecto a la que suele ofrecer lejos del Carlos Tartiere. Este Oviedo ha mejorado en sus últimas salidas, sobre todo en lo que a juego se refiere, pero no logra plasmarlo en resultados, ya que continúa siendo el sexto peor visitante de Segunda División.

En esta faceta, el equipo de Fernando Hierro durante el 2017 solo es mejor que el Córdoba, precisamente, y el Mallorca, con seis puntos sumados de los últimos 30. Un equipo que llegará a El Arcángel con hombres como Fernández, Jonathan Pereira, Saúl Berjón o Linares en el banquillo de la suplencia. El técnico de Vélez, probablemente, repetirá también el once inicial de las últimas jornadas, con el exblanquiverde Nando jugando como segundo delantero y con el sexto máximo realizador de Segunda, Toché (16 goles) en punta de ataque. No podrá contar el conjunto asturiano con Borja Domínguez por la cláusula de cesión en su contrato, además de unas molestias musculares que también dejaron en Oviedo a Michu.

No será solo El Arcángel el que dirima la permanencia de los blanquiverdes en Segunda, que tendrán la ventaja de que todos sus adversarios por la salvación habrán jugado sus respectivos compromisos ante que los de Carrión y los de Hierro salten al césped del coliseo ribereño. Una pequeña ventaja que parte de saber lo que hayan hecho los Nástic, Alcorcón, Mallorca, Elche, Almería o Rayo. En la actual situación hay que mirar de reojo.

El castellano-manchego Arcediano Monescillo dará el pitido inicial a las 20.30, con las luces de la Feria recién apagadas. La intención de este Córdoba, junto con sus fieles, no es otra que la de volver a encenderlas para afrontar los últimos 180 minutos de Liga con cierta tranquilidad y con la esperanza de tener el regreso a casa en la mano. Lo contrario sería continuar con la incertidumbre y transformar la preocupación en miedo.