Quien todo lo ha decidido, queda paralizado ahora. Es imposible no entrar en el debate sobre la dirección deportiva, sobre decisiones tomadas, intervención de quien todo lo interviene y del dinero del que se ha dispuesto. Eran otros tiempos aquellos de Primera en los que se solicitaba a la LFP un comunicado informando de que el Córdoba había agotado todo el límite asignado en la plantilla deportiva. Tiempos de soberbia extrema por la borrachera del éxito momentáneo. ¿Se ha agotado ese límite en esta temporada? Porque visitas a la LFP en el último mes con el acompañamiento del nuevo consejero, experto fiscal, ha habido unas cuantas. Se podría haber solicitado, porque oportunidades ha habido, desde luego. Y, ya puestos, como el club «no sabe» cómo le «obliga» la LFP a gastar menos del 30% de sus ingresos en fútbol, que permita que la LFP informe. El Lugo, por ejemplo, invierte más del 50%.

Se destituyó a Oltra y había que nombrar nuevo entrenador. Y a Vega le dieron a elegir entre susto y muerte. Por lo que quien todo lo ha decidido insistió en lo mismo de febrero del 2014, que el entrenador debía ser Carrión. Aquello de «triunfará en un grande de Primera» duró menos de un mes, ya que coger el teléfono para preguntar «¿tu vendrías?» ha sido habitual en las últimas semanas, a pesar de que con el aparente paso atrás dado la idea era la de Sergi Barjuán al banquillo y Álex Gómez a la dirección deportiva. Desde hace meses, casi desde el verano pasado, Emilio Vega tiene claro que a duras penas terminará de cumplir este segundo año de contrato y que Gómez hizo buenas migas desde el principio con el hijo del que todo lo decide. Pero ahora no se está en esas, porque el miedo ha paralizado todo y a todos.

Y se prueba a mandar mensajeros, porque la borrachera deja una dura resaca, insinuando una petición de ayuda, un apoyo. Donde no ha habido inversión alguna de quien todo lo ha decidido. Tanto, que muchos ya no identifican al Córdoba CF. Sólo ven a su máximo accionista. Incluso jugadores, cuyos agentes en este mercado invernal de fichajes no tenían catalogado al club como un lugar idóneo en el que recalar. Y no precisamente por la clasificación. Ya hace un año, con el mismo mercado, le aquejó el mal de altura. «No se ficha». Orden taxativa.

Y como ocurrió en Primera, con aquella vergonzosa apertura de entrenamientos para que algunos aficionados presionaran a la plantilla, el club ahora señalará a los jugadores, los mismos futbolistas entre los que el que todo lo decide se ha encargado de crear un núcleo duro, un círculo de confianza en torno a él. Como siempre, escudos o peones que utilizar cuando la cosa se pone fea. Y se suele poner fea últimamente, porque camino del tercer fracaso consecutivo, que además puede finalizar en fiasco, tendrá que exponer prácticamente a todo el mundo.

Pero por lo pronto, parálisis. Es lo que tiene el miedo que nace cuando miras hacia atrás y ves que no ha colado eso de irse. Y entran unas ganas terribles de huir. Huir ante los problemas generados por uno mismo.