El Córdoba suma su sexta derrota en nueve encuentros de Liga. Si meditar sobre ese enunciado pone el vello de punta, ver cada uno de los encuentros, los nueve, que ha disputado el conjunto blanquiverde en esta competición, produce, directamente, miedo. Luis Carrión no quiso profundizar en la previa sobre la idea de que las tres pírricas victorias que ha sumado este Córdoba hasta ahora se hayan producido con otros tantos sistemas diferentes. En Albacete, con un medio defensivo por delante de la defensa y un punta de referencia tras una línea de cuatro (nada de 1-4-3-3, por mucho que se insista). Ante el Tenerife llegó el primer cambio drástico, tanto, que se ganó a los isleños con un esquema que no se había practicado hasta ese momento: dos líneas de cuatro y dos delanteros en punta, los dos que hay en el plantel. Finalmente, en Lugo, repitió el 1-4-2-3-1 con el que se ganó a un limitado Alcorcón la pasada semana y tampoco se pudo dar continuidad a un buen resultado en esta tercera ocasión.

Transmitió una sensación este Córdoba en el Anxo Carro que añade un elemento preocupante a los muchos que arrastra. El Lugo de Francisco dejó espacios entre líneas y también por dentro, y fue un equipo que mantuvo el mismo ritmo desde el minuto uno al 90. Ni salió en tromba, ni metió un arreón a la salida de vestuarios tras el descanso, ni tocó a rebato en el último cuarto de hora. Siempre a su propia velocidad de crucero, idéntica durante hora y media, constantemente, con las mismas virtudes y los mismos defectos. Durante la primera media hora larga el Córdoba mantuvo bien el tipo. Igualó el encuentro, lo compitió, lo cual ya era una más que buena noticia vistos los precedentes y ese trampantojo esquemático con Sasa Markovic como exterior izquierdo e insistir con un chaval del filial, Mena, para pelear con el mejor jugador del rival en lo que se lleva de temporada, lo cual no habla bien, precisamente, de la confección de la plantilla. Una vez más. Esos espacios entre líneas no fueron aprovechados por el Córdoba en sus mejores momentos (o en los menos malos, si se quiere), a pesar de que Markovic y Sergi Guardiola tuvieron claros acercamientos al área de Juan Carlos.

Paralelamente, los blanquiverdes conseguían que el Lugo no tuviera nunca claro el último pase, lo que obligaba a constantes centros en los que casi siempre había ventaja cordobesista. Además, los de Francisco se iban bloqueando de manera progresiva para abusar cada vez más de los balones largos, aunque en las segundas jugadas el Córdoba no anduvo excesivamente fino, como casi siempre.

Pero los de Carrión daban, por fin, la imagen de poder competir, de contestar a un rival, de igualar un encuentro, más allá del resultado final. Porque incluso en esas también tuvo ocasiones el adversario. Kieszek tuvo que aparecer en dos ocasiones antes de los 20 minutos y, lo que es peor, en el último cuarto de hora de ese primer acto, ya se veían algunas grietas en la disposición inicial de los blanquiverdes que, pudiendo hacer daño al contragolpe, se quedaron cortos, muy cortos.

La primera jugada del segundo acto fue un claro aviso de los gallegos. Una internada de Luis Ruiz acababa con el balón en el pie de Iriome, dentro del área, con todo a favor. Sólo el error en la ejecución del canario evitó que los locales se adelantaran en el marcador. Un futbolista tan denostado como lo fue Campabadal en Córdoba se convirtió en el «arma» favorita del Lugo. Las subidas del catalán, tanto pegado a banda como ejecutando alguna diagonal, no las supo resolver nunca el Córdoba. En una acción individual obligó a Kieszek a despejar a una mano con apuros. Tras él, fue Fydriszewski el que volvió a fallar cuando lo más fácil era anotar. Su balón llegó a tocar ligeramente en el larguero del portero blanquiverde. Carrión, visto que el mediocampo se le iba abriendo progresivamente, intentó apuntalarlo dando entrada a Aguza por Javi Lara, mientras que por la izquierda introdujo a Javi Galán por Markovic. Pero no había nada que hacer. La caída del equipo fue progresiva y mientras el Córdoba se iba haciendo cada vez más pequeño el Lugo continuaba a lo suyo, aplicando su velocidad de crucero. No necesitaba ni arreón ni acelerar las acciones. Mario Barco, que entró por Fydriszewski, tuvo dos claras ocasiones de cabeza, siempre rematando en el borde del área pequeña y en una opción más, fue Kieszek el que le quitó el balón de la cabeza al delantero gallego.

Campillo decidió aparecer en ese último cuarto de hora y Caro rozó el penalti en una acción del mediapunta dentro del área blanquiverde, ya que Juan Carlos no jugaba el partido desde una hora antes. El Córdoba, en la segunda mitad, ni siquiera llegó a disparar sobre el arco rival.

Tras un disparo desviado de Seoane, Campabadal volvía a avanzar en campo contrario para lanzar un pase a Campillo, en carrera, con Fernández a su lado. El lateral intentó despejar y dejó el balón en los pies del madrileño, que fusiló sin remisión a Kieszek. En dos minutos, el Córdoba recibió ese primer tanto, obligó al polaco a actuar con una parada abajo tras disparo de Albarracín y encajó el segundo gol, obra de Mario Barco, que enganchó un balón suelto en el borde del área cordobesista sin que la zaga supiera evitarlo.

Así, el Córdoba volvió a calarse y se ve incapaz de dar continuidad no ya a un buen resultado, sino tan siquiera a un esquema de juego. Eso sí, las sensaciones continúan siendo las mismas, porque a este Córdoba no le entra la Segunda.