El nuevo entrenador del Córdoba, Jorge Romero, celebró ayer su primera sesión de entrenamiento como director del primer equipo blanquiverde, en el que dos de sus nuevos jugadores son mayores que él: Pawel Kieszek y Carlos Caballero. Romero dirigió al equipo por espacio de algo más de una hora con ejercicios, principalmente, con balón y en los que dispuso de todos los jugadores cordobesistas, incluidos los que estaban tocados la pasada semana. Eso sí, al finalizar la primera fase del entrenamiento, Fernández, Josema y Jaime Romero estuvieron los últimos 20 minutos junto al recuperador, Javier Poveda.

Junto a Jorge Romero también ha subido el que era su segundo en el filial, Salva Romero que, aunque no dispone de la titulación suficiente, el club parece que buscará algún remedio -como ya hizo en el pasado- para sortear ese impedimento legal. En cualquier caso, la llegada de Jorge Romero ha sido de manera «interina», como informó ayer mismo el club, aunque a nadie se le escapa que, al igual que en anteriores ocasiones, el club continúa buscando una alternativa -económica, por supuesto- para que, en caso de que con Romero el equipo siga sin levantar el vuelo, tener un cuarto recambio con el que probar la reacción. De hecho, el club tiene, entre otros, a Eloy Jiménez, entrenador que fue del Mérida y del UCAM-Murcia para que tome el equipo en caso de que el tercer entrenador en lo que se lleva de temporada no dé con la tecla.

Una tecla complicada de encontrar con la actual plantilla, a la que el club no parece estar dispuesto a reforzar. Las palabras «dinero», «inversión» o «fichaje» no existen en el diccionario del actual Córdoba, por lo que el futuro no se presenta, precisamente, halagüeño. Se mantiene como un mantra aquello de que «no hay relación entre inversión y éxito deportivo», pronunciado por el joven presidente del Córdoba, a pesar de que los resultados en cualquier competición deportiva, incluido el fútbol, dictan lo contrario. Incluso tomando como factible esa aseveración, en caso de realizar dicha inversión y haber fallado estrepitosamente al hacerla, otros muchos clubes han debido recurrir a reinvertir y afinar en la valoración y elección deportivas.

En cualquier caso, el Córdoba plantea lentejas, por lo que el penúltimo entrenador en la era González (11 entrenadores en seis años y medio), Juan Merino, se despidió en forma de comunicado. El linense aseguraba en él que quiso «imprimir en el equipo parte de mi filosofía, transmitiendo los valores de respeto, diálogo, compromiso y esfuerzo que he adquirido a lo largo de estos años vinculados al mundo del fútbol». Además, dijo estar «seguro de que con su dedicación y constancia y trabajo, el club seguirá creciendo para intentar conseguir sus objetivos». Finalmente, Merino dijo estar «en deuda» con el sentimiento de la afición, «principal activo y valor que tiene el club».