Una de las grandezas del fútbol es que la opinión suele estar muy mediatizada por el último resultado, el último partido, la última jugada que se ha visto o la parada que ha hecho el portero, propio o rival. Decía alguien que un entrenador vale lo que su último resultado y, por extensión, también su equipo. Es por eso que esa grandeza, según qué semana, se vuelve miseria. El fútbol hace olvidar todo, incluido lo ocurrido hace unos días, un mes, un trimestre o lo acontecido allá cuando las plantillas se conformaban con los calores veraniegos. Este Córdoba, al igual que el resto de equipos, no se escapa a ello, de ahí que lo ocurrido en el Carlos Tartiere, esa foto fija de la derrota, no sea aislada, sino un fotograma más de la película de la temporada.

Es obligado empezar por esa foto fija. No hay discusión en que el encuentro de los blanquiverdes fue el mejor de la temporada. De hecho, ha sido una constante que los mejores --o los únicos buenos-- encuentros de los de Oltra durante la campaña hayan sido lejos de El Arcángel. Aquel triunfo en Zaragoza que daba el pistoletazo de salida al cambio de sistema --o matiz, como le gusta decir al valenciano--, aquel empate agónico en Tenerife, aquella victoria en Girona... Puntos logrados a base de confiar en el buen momento de los hombres de banda y en la pegada. Ay, la pegada. Cegados por ella, se lograba sumar de manera estratosférica (hasta dos puntos de media por encuentro) y algunos se preocupaban porque esa pegada no iba a estar siempre, porque los encuentros, se quiera o no, necesitan de fútbol. Otros igual no lo necesitan, pero un recién descendido de Primera, con objetivo ineludible del ascenso directo no sólo debe tener fútbol, sino alternativas en los puestos clave y una defensa a prueba de bombas, en calidad y cantidad. Ya saben, aquello de que las delanteras ganan partidos y las defensas campeonatos. Y el Córdoba no tenía ninguna de esas tres cosas.

Lo que sí tenía es gente con corazón, con entrega y con compromiso. Y ayer, en Oviedo, volvieron a demostrarlo casi desde el minuto uno. Porque si en los primeros cinco minutos el Oviedo intentó hacerse con el mando del encuentro, el Córdoba pareció desperezarse y comenzó a merodear el área de Miño. Pero apareció, por enésima vez, uno de los lastres de este equipo. El saque de esquina de Susaeta era rematado de cabeza por Borja Valle y Josete, solo ante Razak, tuvo tiempo de rematar hasta tres veces mientras que el sistema defensivo se quedaba a la contemplativa.

Ya se sabe que en la Segunda en general y para el Córdoba en particular las remontadas son casi una quimera. Pero el equipo de Oltra no sólo no se arredró, sino que se hizo dueño y señor del partido gracias al pasito atrás que dio un timorato Oviedo. El Córdoba creció, aunque sin juego por dentro, y volvió a arrear de la única manera que sabe, de la única manera que puede: sostenido en las bandas. Ríos se hacía un jugadón para toparse con Miño y, acto seguido, era Fidel el que ponía un balón de oro a Florin que el rumano no impactó bien (le dio con el tobillo) cuando lo tenía todo a favor para igualar. El Córdoba rondaba el área de Miño y lo hacía casi siempre con peligro, con un Xisco que también se topó con el portero carbayón en dos ocasiones (minutos 32 y 37). La superioridad blanquiverde era tal que el Oviedo sólo pudo montar una contra en todo el primer tiempo: una cabalgada de Koné que culminó con un disparo lejano al que respondió muy bien Razak.

El Córdoba se fue a vestuarios mereciendo, al menos, el empate y comenzó la segunda parte con el mismo brío, aunque siempre por las bandas, sin lograr desequilibrar el marmolillo en el que se estaba convirtiendo el Oviedo. Se echaba en falta ese juego por dentro que obligara al adversario a descolocarse, con lo que los blanquiverdes mantenían su insistencia, aunque también su previsibilidad. Fidel colgó un balón que Peña convirtió en un remate de delantero y que obligó a Miño a emplearse a fondo, en dos tiempos, y poco después era Pedro Ríos el que ponía el balón en la cabeza de Xisco, aunque el disparo le salió algo desviado. Llegó una jugada que podía ser clave, la expulsión de Héctor Verdés, que vio dos amarillas en apenas tres minutos, ambas mérito de Florin Andone. Lo único que se logró es convertir al Oviedo en ese toro 'rajao' en tablas que no quiere moverse del rincón. Pero el Córdoba insistía, y también por banda, aunque en esta ocasión con la colaboración de Florin, se toparía con el palo. El Oviedo sólo dio un susto con una contra que llevó Koné, que dejó a Borja Valle solo ante Razak. El extremo carbayón se quedó sin oxígeno en la morra para pensar bien tras una carrera de 50 metros. En los últimos 20 minutos y a pesar de los cambios (sin alternativas de peso en banda), el Córdoba fue perdiendo fuelle paulatinamente ante un adversario que notaba menos la inferioridad.

Un partido con mucho juego por fuera en donde brillaron las bandas, como casi siempre, y con poca versatilidad por dentro, como siempre. Suficiente para ser superior a un rival que mereció perder, aunque ayer no tocaba la aparición de la pegada. Una dura ironía que engancha con parte de la película de la campaña: en la segunda vuelta, el Córdoba sólo ha sumado más puntos que el Albacete. Y eso no es únicamente por ideas, sistema o pegada, sino por un decaimiento sin recambios.

Ficha técnica:

Oviedo: Rubén Miño, Fernández, Verdés, Josete, Peña, Jon Erice, Míchel (Edu Bedia, m. 63), Néstor Susaeta, Borja Valle (Hervías, m. 74), Koné y Toché (Bautista, m. 52).

0 - Córdoba CF: Razak, D. Cisma, H. Rodas, Xisco, Andone, E. Silvestre (Markovic, m. 67), Deivid (R. de Tomás, m. 84), Fidel, Stankevicius (Nando García, m. 78), A. J. Ríos y C. Caballero.

Goles: 1-0, M.11: Josete.

Árbitro: Cordero Vega, Adrián (comité cántabro) Amonestó a Miño (40') y Verdés (roja 47' 51') por el Real Oviedo, y a Silvestre (28'), Fidel (56') y Nando (92') por el Córdoba CF.

Incidencias: Partido disputado en el estadio Carlos Tartiere ante 12.827 espectadores.