Menos mal que no había partido por la mañana porque me he dormido. Menos mal que tampoco era en casa, porque con el diluvio que ha caído cualquiera iba al estadio.

A las 22:41 del sábado noche me entero de que los rivales han perdido. No me entero antes porque a María y Jesús no les gusta el fútbol, así que en la boda ni se canta el himno ni se grita a Primera y, por supuesto, a mí no se me ocurre sacar el móvil. Pero hay forofos que no aguantan, aún sabiendo que se llevarán reprimenda.

-- ¡Deja el teléfono, con el dichoso fútbol!

Mi novia no tiene ese problema conmigo.

Formamos un pequeño corrillo y hay bastantes optimistas.

-- Con Florin subimos.

Me he quedado dormido, pero por suerte el partido es a las siete y cuarto, así que puedo aprovechar la tarde. Quiero correr 26 kilómetros. Al reloj solo le quedan dos rayitas de batería. Lo podía haber cargado al mediodía. He tenido la oportunidad de aumentar el nivel, pero me la juego; ya lo he hecho otras veces y me ha funcionado. Esto me recuerda al Córdoba. Dos rayitas son suficientes, me repito.

Comienza el partido en Soria. ¿Habrán dormido bien los recién casados?

-- Fatal, un dolor de cabeza...

Invento un circuito por la ciudad, que el campo debe estar muy embarrado. Me encanta ir saltando charcos. Y el Córdoba ya va ganando.

Kilómetro cinco. El reloj se ha quedado en una raya. Uf, demasiado pronto. Tranquilo, la última es la que más dura.

Ocasión de Stankevicius.

Kilómetro siete. Sin rayas.

Empata el Numancia.

Décimo kilómetro. Pitido. Miro la pantalla. Batería baja. El reloj me da dos opciones: Parar o Ignorar.

Ignoro.

Me meto por el campo. Me embarro, me escurro y casi me caigo. Me paro. Me doy la vuelta.

Estúpido, si sabías que había barro. Las zapatillas, nuevas y asquerosas. Me he lucido.

-- El Córdoba da para un primer tiempo; ya lo ha hecho, a sufrir.

Kilómetro 14. Otro pitido. Otra vez ignorar, pero ya estoy nervioso. Llevo más de una hora. Hasta aquí hemos llegado, pienso. No miro la pantalla, solo corro, como si por no mirar, la batería aguantara más. Pero mirar para otro lado no sirve.

Aburrimiento en Soria.

Más pitidos ignorados. Ya cada kilómetro que aguante es un regalo. Me conformo si llega al 16.

Casi marca el Numancia.

¡Qué milagro! Kilómetro 18, una hora y 21 minutos. Este reloj me está sorprendiendo.

Fin a la jornada 30. El Córdoba sigue en play--off.

Una hora, treinta minutos y diez segundos. Último pitido. 20 kilómetros. Pantalla en blanco. Por un momento pensé que llegaría al 26. Me quedé a seis.

Quedan doce jornadas.

Con la pantalla en blanco ya no sé por dónde voy. Deambulo, arrrastro los pies, bajo el ritmo, doy pena. Me sobraron seis, seis míseros kilómetros; parecen pocos, pero realmente eran los más duros.

A ellos, doce. Doce jornadas les quedan. ¿Aguantarán?