Cuando se empieza una reunión con casi 200 cordobesistas afirmando que «el Córdoba no es mío, sino de todos vosotros» ya se acepta el tono en el que va a discurrir la misma. De hecho, dio tiempo hasta para pedir trabajo para uno de los asistentes, a lo que éste respondió: «Es mi prima».

Pero es innegable que el nuevo presidente del Córdoba puede aparentar no saber el terreno que pisa y, sin embargo, intuir más de uno que es sólo apariencia. O no. Ya se comprobará con el tiempo. El montoreño ha caído de pie. Entre adhesiones sin discursión desde el primer minuto y algunas peticiones que tendrán respuesta en forma de hechos, el rato de León con el embrión del consejo consultivo que llevaba en su decálogo de gestión pasó rápidamente.

De nuevo repitió el concepto de «unión». No está, al menos por ahora y con la situación del equipo, para meterse en celos y peleas entre peñistas y mucho menos para «accionistas minoritarios que no formamos parte de los accionistas minoritarios», como dijo uno de los asistentes. En un entorno con tanto ego -la mayoría injustificado- llamaba la atención que el mandatario no tirara de su propia figura de presidente. De hecho, se escuchó más el «yo» por parte de los que asistieron que el suyo. «Hoy hablan ustedes y estamos aquí para escucharles», declaró.

Y de nuevo repitió el concepto de «unión», porque «lo de este año es un tomate», señaló, sobre la situación deportiva del conjunto blanquiverde. Proyectos, ideas, intenciones, todas, pero se le vio al presidente muy empeñado en concienciar a todos de que con su llegada (y con la marcha del anterior propietario) no está todo hecho. Ni mucho menos. «Olvidemos el pasado... De momento. Ya habrá tiempo, pero no lo perderé y miraré al futuro», se le escuchó decir.

Y, por supuesto, jugadores. «Va a haber fichajes. Tenemos la maquinaria día y noche trabajando. Vamos a intentar que los que vengan lo hagan al 200%. Necesitamos jugadores con casta y coraje». Valientes.