Comienza una semana algo atípica, pero que será caliente, tanto por lo que se sabe como por lo que se irá desvelando. La afición, hastiada, enfadada, aunque aún no definitivamente cansada, pretende movilizarse para el encuentro del próximo domingo, ante el Rayo. Rodear el estadio en la previa, dar la espalda al equipo durante el himno y algún que otro gesto más de quien sólo tiene eso en la mano al objeto de dar el primer paso para transmitir que se ha llegado al límite.

El club, por su parte, tirará de acción. Los movimientos que le gustan, esos tan huecos como los objetivos marcados en los últimos años. No se sorprendan si la propia entidad blanquiverde anuncia el adiós de Juan Merino y lo releva por Jorge Romero, al que sondearon hace más de tres semanas para sentarlo en un carro sin riendas, cuesta abajo y con dos ruedas rotas. Tampoco se sorprendan si ven cómo el «director de fútbol» toma el relevo del joven entrenador cordobés en el filial. Es la última ocurrencia que

planea sobre la planta noble de El Arcángel desde hace días, desde que ya no había cabezas que ofrecer a la masa, que ya tiene clara la cabeza responsable de todo esto.

Cualquier tipo de movimiento, aunque no sirva para nada, antes que tocar «la talega», feliz expresión de un amigo que me la recuerda cada semana. Nada hay sagrado ya en este Córdoba. Ni la afición, ni la plantilla, ni las instalaciones... Bueno, nada no. Hay algo que es sacrosanto: la talega. De ahí que cuando el camino conduce a ella salgan siempre las ocurrencias. Como en aquel 2014 para lograr el equilibrio contable vía obra de arte. Cuando se logró el ascenso -ya no se necesitaba esa operación-, se decidió unilateralmente romper el primer contrato (sin cumplir todos los pasos a los que obligaban las cláusulas)

para reclamar lo que había en el segundo, que sólo entraba en vigor en caso de cumplir el primero. Dio igual. Años de abogados, gasto contable que sobrepasa el millón de euros, ruina en el manejo de un joven valor de la cantera y ascenso, en aquel 2014, con un apunte contable que no era verdad. Sin interpretaciones. No era verdad.

Las actuales cuentas también deben traer cola. Aparte de esa reinterpretación del valor de El Arcángel, se prevé en esta temporada un beneficio de algo menos de 700.000 euros. Eso sí, siempre y cuando haya un ingreso de 1,6 millones de euros en traspasos. Lo cual podría llevar a los legos en la materia a pensar que, en realidad, el balance arroja un déficit de casi un millón de euros. Y es sólo una previsión.

En cualquier caso, más allá del repaso que hay que hacerle a esa documentación, el aficionado de a pie se queda con una cuenta lógica: ¿después de casi 80 millones ingresados en las últimas cuatro temporadas hay que ver al entrenador del equipo pidiendo que se riegue el único campo «decente» que existe para entrenar y que el riego se haga con manguera? Es la imagen que ofrece el colista de la tabla clasificatoria. Último, en cualquier caso, no por falta de recursos económicos generados y sí por decisiones de quien no es profesional de esto, de ahí que aplique la misma lógica en muchos departamentos. Tres años y medio después del ascenso a Primera, el Córdoba se encuentra hoy a un paso de quedarse sin campos de entrenamiento, de seguir perdiendo millones en los juzgados de Gijón, con el equipo colista a muchos puntos de la salvación, con el filial a punto de caer también a Tercera, camino de su séptimo entrenador en tres años y con no pocas dudas contables. Ya no quedan ocurrencias. Pues que hable el presidente.