No hay nada que relaje más que echarle la culpa de todo al muerto. Y, en caso de que no cuele, siempre está la opción de echársela al hermano menor. Relaja porque el reino de alguno no es de este mundo, un reino en el que sólo hay que preocuparse por la nueva melena y poco más. Pero no, no cuela para nada. En cualquier caso le deja al nivel de Steve Urkel agarrándose los tirantes y diciendo aquello de «¿he sido yo?», o peor, al nivel Bart Simpson con lo de «yo no he sido». Cuando vienen mal dadas, ya se sabe. Recuerda la situación, en cierto modo, a aquella temporada de la 2013/14, en la que hubo que remendar con retales de liquidación un plantel con importantes problemas y, una vez hechos los malabarismos en enero a coste de saldo, el mismo que realizó la plantilla en verano le dio la espalda al equipo, dando por cerrada la campaña -en febrero- y diciendo que no había más que hacer.

Curiosamente, sin ninguna intervención -o mínima- en el vestuario desde esa fecha, el equipo fue recomponiéndose y terminó metiéndose en las eliminatorias de ascenso. El resto ya se sabe. Ahora el mensaje que interesa mandar hacia fuera es uno parecido: «Todo lo del equipo es cosa de los técnicos». Ahora que llegan los problemas, porque en verano los «técnicos» eran otros. U otro. Obviamente hay que continuar expeliendo tinta de calamar y a estas alturas el único responsable del plantel es el que no está y, además, no puede responder. Sea por lealtad voluntariamente personal o sobrevenida en forma de cláusula.

Cláusulas que no impiden que se conozca el caso Royalverd, por ejemplo, en el que el club hace amago de avenirse a razones y, posiblemente, termine por pagar a la multinacional del mantenimiento de campos deportivos la cantidad que reclamaba. Que no era sino el dinero que le debía el club más el material que no permitieron que recogiera de las instalaciones de El Arcángel.

Tampoco impiden que lleguen detalles del asunto de Sebas Moyano y el Elefante Cósmico. Un problema más peliagudo del que pueda parecer, ya que no se circunscribe tan sólo -y no es poco- a los casi dos millones que reclama la otra parte en el TAS. Está por otro lado el origen del caso y lo que supuso como equilibrio en las cuentas del club en su momento y, además, la cascada de demandas que puede llevar aparejada la sentencia del tribunal del deporte en caso de que éste condene a la entidad blanquiverde. Vamos, que las otras partes no van a detenerse ahí, ni mucho menos. Esa es la pinta que tiene, al menos. Quizá por eso los representantes del club han sido tres en Suiza. Comenzó Antonio Romero Campanero, que ya no está en la entidad blanquiverde y ha entrado en la FAF y que asistía junto a Juan de Dios Crespo. Una vez Romero dijo adiós al club, pareció que tomaba el relevo el bufete de Iván Zaldúa, abogado especializado en fiscalidad y cercano desde hace años a la familia propietaria del club. Ahora vuelve Juan de Dios Crespo, o más bien uno de los abogados que suelen acudir al TAS en representación de su despacho.

Y mientras tanto, las instalaciones, con los problemas de siempre, por lo que nada hay que reprochar a la actual propiedad. Quizás lo dramático es que el Córdoba ha ingresado como nunca lo ha hecho en su historia: casi 80 millones de euros en las últimas cuatro temporadas. Y todo continúa igual. Posiblemente, eso también sea cosa de los «técnicos». Por ahí ya pasó Bart Simpson.