Era un 3 de junio. El Córdoba encaraba el último partido de Liga con las tareas casi hechas. Era el primer año de Carlos González en la presidencia de la entidad blanquiverde y un solo punto le bastaba al equipo de Paco Jémez para lograr meterse en los puestos de promoción a Primera División. De hecho, hasta perdiendo en esa última jornada el conjunto cordobesista podía entrar en la fase de ascenso. No obstante, se daba la circunstancia de que al rival, el Celta de Vigo, también se conformaba con el empate para volver a Primera cinco temporadas después, con lo que en Balaídos el reparto de puntos se daba por hecho.

Ese posible pacto entre ambos equipo era algo que indignaba a los demás equipos que pugnaban por meterse en los puestos de promoción o en el ascenso directo. Era el caso del Valladolid de Miroslav Djukic, que acusó al Celta de primar a los rivales de los pucelanos y aseveró que el Córdoba iría a Balaídos con el filial. Tampoco el técnico albivioleta tenía intención de sacar su mejor once en aquella última jornada, ya que tenía asegurada la promoción y reconoció que reservaría a sus mejores hombres para esos últimos cuatro partidos.

Como cabía esperar, ambos equipos lograron sus objetivos en con un fabuloso empate sin goles en uno de los partidos con más pases de la historia. No hubo ni un solo disparo a portería. "Era tontería intentar otra cosa", recuerda el entonces capitán del Córdoba, que siguió aquel encuentro desde el banquillo. "El empate no es que lo diéramos por hecho del todo. Los dos equipos nos jugábamos mucho en un solo encuentro y ambos sabíamos lo que nos beneficiaba".

El cordobés, que estuvo el lunes siguiendo el encuentro de su exequipo en el Bernabéu, asegura que no hubo charla entre capitanes. Probablemente, ni falta que hacía. "Nadie es tonto, nosotros y ellos guardábamos nuestro intereses y salió así la cosa", dice el ahora jugador del Huesca, donde comparte vestuario con el cordobesista cedido al conjunto aragonés Javi Cabezas.

Fue un encuentro denso, en el que los minutos pasaban lentos y ambos equipos se miraban con desconfianza, temiendo que alguno quisiese asegurarse el encuentro. Pero no había necesidad de goles. "Para el espectador puede que fuese un encuentro feo", dice el central --que se convirtió el pasado domingo en el primer goleador de su equipo de la temporada-- al ser preguntado por si escuchó silbidos en la grada de Balaídos cuando era el propio Celta de Paco Herrera el que intentaba armar una jugada de ataque. "El Celta estaba en su casa e intentaba contentar a la grada, pero el aficionado quería asegurarse el resultado", afirma el zaguero, que terminaron en una fiesta en el campo ambos conjuntos al término del partido.

Reencuentros

El choque del próximo sábado, el debut de El Arcángel como estadio de Primera División, estará marcado por los reencuentros. Hasta tres jugadores que ante el Celta defenderán la camiseta cordobesista habían pasado previamente por el conjunto de Balaídos. Son los casos del gallego Iago Bouzón, López Garai e Iñigo López. Precisamente, del Celta llegó este último central que, aunque pertenecía al PAOK de Salónica, estuvo jugando en Vigo en calidad de cedido hasta su incorporación al plantel cordobesista este verano.

También será emotivo en el otro bando. El brasileño Charles Dias, que en el debut liguero de su equipo ante el Getafe solo jugó un minuto, fue uno de los artífices de aquella clasificación para la fase de ascenso con Paco Jémez. Volverá dos temporadas después a El Arcángel. Pocos compañeros de aquel equipo se encontrará ya que solo López Garai, López Silva y Caballero siguen defendiendo la elástica cordobesista.