Las comparaciones tienden a ser odiosas. Hace apenas un año, Alavés y Córdoba se disputaban el coliderato de Segunda División. Los blanquiverdes, por entonces, descartaban hacer fichajes en el mercado invernal tras una primera vuelta histórica. Mientras, los vascos se reforzaban con la llegada de Sáenz (Racing Santander), Dani Abalo (Sivasspor) y Bernardello (Newell’s/Cruz Azul). Ahora, el Alavés tiene encarrilada la permanencia en Primera División, a donde ascendieron de forma directa, y se ha metido en la final de Copa del Rey tras ganar al Celta en semifinales; el Córdoba pelea por no caer a Segunda B tras vender a sus mejores jugadores y carecer de planificación.

El Alavés, que hace cuatro temporadas deambulaba por Segunda División B y en su primer año tras el retorno a Segunda lograba la salvación en la última jornada en La Victoria, condenando al Jaén a la categoría de bronce, ha contado con la experiencia del exdirector deportivo del Córdoba CF Javier Zubillaga, quien ahora se encarga de la cantera tras dirigir el área deportiva del conjunto vitoriano. Casi 70 fichajes en estos últimos años llevan la firma de Zubillaga.

OTRA FINAL

Solo una vez en sus 96 años de historia se permitió soñar el equipo blanquiazul. Fue en Dortmund, en el 2001, hasta que un gol de Geli (hoy presidente del Girona) en propia puerta en el minuto 117 de la prórroga privó de poner un lacito glorioso, como se apoda al club, a un magistral recorrido en la Copa de la UEFA cuyo trofeo acabó en las vitrinas del Liverpool para desazón de la tropa de Mané, que erró al sacar del campo al exdelantero blanquiverde Javi Moreno.

La resaca fue más dura de lo esperado, más todavía cuando los posteriores delirios de grandeza del excéntrico ucraniano Dimitri Piterman se transformaron en una pesadilla que hizo peligrar la viabilidad de los babazorros, que en el 2009, curiosamente ante el Celta, se precipitaron al infierno de bronce (la Segunda B).

El rescate lleva el nombre del grupo Baskonia, que ha permitido al Alavés liquidar su deuda de 25 millones de euros hasta dejar atrás la situación concursal.

No tenían ni balones y solo a siete jugadores en nómina. Ni siquiera entrenador. Mendizorroza era un desierto de afición hasta que los goles y los ascensos devolvieron a la gente a las gradas. Pero no hace ni siete meses aún se barruntaban nubarrones cuando Bordalás dejaba forzado el banquillo en poder de un Mauricio Pellegrino sin experiencia pero que volvía a la ciudad en la que colgó las botas diez años atrás.

El trabajo consistió en remozar el plantel con 17 caras nuevas apostando por las cesiones y jóvenes con talento como Marcos Llorente o Theo Hernández para edificar el rompecabezas en Primera. El empate en el Calderón con un golazo de Manu García para abrir la temporada disipó las dudas y la inmediata visita al Camp Nou, con una histórica victoria gestada en la presión alta, la defensa adelantada y la osadía, amén de los goles de Deyverson e Ibai Goméz, un león que acompaña en este viaje a otro ex del Athletic, Gaizka Toquero, desataron la euforia.

«Ya que estamos en el baile, bailemos, soñemos», admite el técnico con la tarea liguera bien encauzada, a 14 puntos del descenso. El orden es su prioridad, el despliegue no se negocia a lo largo de un partido o entrenamiento y el lucimiento colectivo está por encima del personal. Son los mandamientos de una plantilla despojada de estrellas, con una inversión mínima de 5,7 millones en tres refuerzos, préstamos aparte, y que tiene el talón de Áquiles en las veces que pisa el área, lo que suple con efectividad y un notable contragolpe.