La valentía sin un mínimo control y conocimiento se convierte en temeridad, en el arrojo del ignorante, que pone la cara sabedor de que, teóricamente, tiene un 50% de posibilidades de salir triunfante. La valentía sin un mínimo de responsabilidad, de madurez, de consciencia de lo que se juegan muchos, es una supuesta virtud, una actitud, doblemente dolorosa. El palo, duro palo recibido por el Córdoba ante el Barcelona B podría llevar escrito, como lema, aquello de que entre todos lo mataron y él solo se murió. Hubo factores exógenos para la desgarradora derrota, centrados principalmente en el juez de la contienda. Un penalti más que dudoso que igualaba el marcador, una supuesta falta de Sergio Aguza, con el electrónico igualado, que dejaba a Reyes solo delante del portero azulgrana y la sensación general de que, a partir de ese supuesto penalti se le fue el partido de las manos a Moreno Aragón, lo que derivó en el desquiciamiento general, sobre todo de los locales.

Pero también hubo factores endógenos, y no pocos, que abocaron al Córdoba a la imposibilidad de llevarse los tres puntos cuando había hecho lo más difícil: ponerse por delante en el marcador. Y esos factores endógenos hay que centrarlos, muchos, en las decisiones desde la banda. La primera, en la misma convocatoria. La segunda, en transmitir la impresión de que todo vale, de que nunca se aspira a controlar los encuentros. La tercera, el tirar de alguna que otra decisión más que tribunera. La cuarta, en dar galones a quien no está por mucha voluntad y mucho nombre que se tenga, y la quinta, la renuncia expresa a defender un resultado. El Córdoba tuvo demasiados contratiempos en El Arcángel y muchos de ellos llegaron por decisiones que partieron de él mismo.

Porque el 1-0 con el que se adelantó poco después de la media hora de juego era un espejismo. Hay que reconocerlo. El partido estaba en donde quería el filial azulgrana: completamente abierto, con momentos de dominio del balón -aunque en esos primeros 45 minutos fue alterno- y con llegada. En los primeros cinco minutos, Nahuel y Aleñá avisaron de sus intenciones y el Córdoba de las suyas: el duelo iba a ser un intercambio de golpes, a pesar de los evidentes problemas de los blanquiverdes para salir con el balón jugado y el atracón de correr que se pegaron en ese primer acto. No era de recibo y el cuerpo no iba a aguantar. Como en los duelos anteriores, el ataque o, mejor dicho, la transición defensa-ataque exitosa se encomendaba a un solo hombre: Javi Galán. El pacense pareció que haría una zanja en su banda entre tanta subida y bajada. Bien en defensa y generando problemas en la ofensiva constantemente. Aguza la tuvo desde la frontal (min. 19), pero Nahuel dejaba helado el estadio con un trallazo al larguero. El Córdoba intentaba mostrar entereza ante la amenaza de una pistola insinuando poseer un cuchillo. Pero no. No quedaban muchas armas que mostrar. A pesar de todo, el gol local llegó un poco a trompicones. Pero llegó. Narváez disparaba tras un servicio de Sergi Guardiola y, rebotando en el portero y un defensa rivales, el balón terminó por alojarse en las redes. Antes del descanso, el filial azulgrana le mandó un aviso al conjunto blanquiverde de que la segunda parte sería igual... O peor. Aleñá se topaba con una mano milagrosa de Kieszek, ganando el polaco el mano a mano, y Nahuel golpeaba un balón desde la frontal que pasó rozando el poste.

Con ventaja en el marcador y valorando lo visto en los primeros 45 minutos, ese cuartito de hora era un regalo suplementario. Poder organizar de nuevo al equipo, quizás meter algo más de músculo o, como mínimo, el poco con el que te has pertrechado en el banquillo, relevar a algún jugador que ya a la media hora de juego le pesaba el dorsal... Pero no. El Córdoba salió exactamente igual, aunque con unos kilómetros ya en las piernas. Los chavales de Gerard López se hicieron definitivamente con el balón y los de blanco y verde no solo iban dando un pasito más hacia atrás progresivamente, sino que empezaban a permitir que Aleñá y Rivera la tocaran en tres cuartos frecuentemente. Si en el primer acto se jugó a la ruleta rusa y se ganó, en el segundo se continuó amartillando el revólver hasta que lo municionó Moreno Aragón. Penalti más que dudoso y Aleñá igualaba la contienda. Las decisiones desde la banda empeoraban el panorama: salía Lara, obvio, aunque entraba Reyes cuando restaba más de media hora. Entraba al campo poco después Quim Araújo por un Narváez al que, como muchos de sus compañeros llegados hace unos días, le falta competición.

Los únicos que ayudaron a este Córdoba fueron los casi 18.000 que acudieron al estadio. Fruto de ese aliento, los once sobre el campo tiraron de lo único que les quedaba: corazón. Así, tuvieron un par de llegadas, una de ellas cortada injustamente por Moreno Aragón (de nuevo) cuando Reyes se había quedado solo ante Varo. Y la segunda máxima que no se aplicó el Córdoba le costó cara. Lo que eres incapaz de ganar, tanto por errores propios como ajenos, no lo pierdas. El conjunto blanquiverde terminó, incluso, sin mediocentro defensivo y con un desorden llamativo, fruto de ese corazón que nadie quiso controlar. Y de ahí: el castigo final. Gol visitante en la última jugada del encuentro, a la contra, y la confirmación de que a este equipo, muy golpeado, le ponen demasiadas zancadillas.

Ficha técnica:

Córdoba CF: Kieszek, Caro, Aythami, Jesús Valentín Javi Galán; Edu Ramos (Aguado, min. 84), Javi Lara (Reyes, 57), Aguza, Jovanovic; Narváez (Quim Araujo, min. 71); Sergi Guardiola.

2 - FC Barcelona B: Varo, Palencia, Martínez, David Costas, Cucurella; Rivera, Aleñá, Oriol Busquets (Mcguane min. 74), Nahuel, Abel Ruiz (Marc Cardona, min. 62); Carles Pérez (Hongla, min. 84).

Goles: 1-0, min. 36: Narváez; 1-1, min. 78: Aleñá, de penalti. 1-2, min. 93: Nahuel.

Árbitro: Moreno Aragón (Comité Madrileño). Amonestó a los cordobesistas Narváez, Edu Ramos, Aguado y Jovanovic, y a los visitantes Palencia y Hongla.

Incidencias: Partido de la vigésima quinta jornada de Segunda disputado en El Arcángel ante 17.547 espectadores.