«La pretemporada es una mentira». No pocos profesionales del fútbol afirman de esa manera tan tajante lo que supone el período estival previo al inicio de la competición. Si sufres contra un rival de inferior categoría dejas un poso de preocupación en tus seguidores, aunque les expliques que llevas tres entrenamientos y el adversario había iniciado su trabajo un mes antes. Si le mojas la oreja a un adversario de campanillas, alguno de esos seguidores está tentado de llamar a la LFP para que den a su equipo ya por ascendido. Sin recabar cuál es el plan de trabajo de ese equipo o qué jugadores ha empleado.

El Córdoba no tuvo rivales de nivel. De hecho, algún Tercera al que se enfrentó apenas llevaba cuatro días de trabajo. Hay una anécdota, protagonizada por Dani Güiza este verano en el Marbella Football Center que, además de reveladora, provoca alguna carcajada.

Pero la verdad es que este Córdoba realizó un buen primer tiempo contra el Almería, equipo de su categoría, que le dominó en el segundo acto. Por lo tanto, era ficticia esa presión en campo contrario contra el Linares, el Sanluqueño o el Écija, cierto. Pero ante los de Ramis también se ejecutó. Sólo 45 minutos, quizás, pero ese día, el Córdoba de Carrión gustó. De verdad, no como con una goleada a un equipo con más de un jugador con graves problemas de peso.

Eran lógicas, por tanto, las ganas por verle competir. Las conclusiones serían prematuras, pero no el análisis. De ahí que haya que recordar que el Deportivo de Oltra, aquel del récord de puntos en Segunda, perdió dos de las tres primeras jornadas. Ojo, no digo que el Córdoba sea como aquel Dépor, pero sí que esas dos derrotas se deben analizar sin sentenciar para el resto de la Liga.

Sí preocupa que ante el Albacete, un equipo recién ascendido y con graves problemas de creación de juego, sí se practicara esa presión de mediocampo hacia delante y, sin embargo, ante equipos de teórico nivel similar o quizás superior al Córdoba, el equipo de Carrión se mostrara incapaz de recuperar el balón en campo contrario.

Hay que insistir en ese concepto porque es uno de los que más se ha repetido a lo largo del verano, tanto desde el propio club, como desde el entrenador. Robar a 40 metros de la portería rival te libra de elaboración obligada para abrir una defensa. Además, el equipo rival está descolocado, lo que facilita la posibilidad de hacer daño. Y más que los resultados adversos, lo que mina la confianza del grupo es el cambio de guión cuando la partitura no ha hecho nada más que comenzar a ejecutarse.

Se insistió, al contar el partido del Córdoba contra el Zaragoza, en los problemas de posicionamiento del equipo. El segundo gol llega tras un saque de banda. Y no fue el primer saque de banda que provocó dolores de cabeza al Córdoba durante el encuentro. Por lo tanto, está claro que los defensas son siempre los más señalados en los errores defensivos grupales, pero en el caso del encuentro del domingo, el centro del campo blanquiverde tampoco funcionó como teóricamente debía hacerlo cuando de jugar sin balón se trata. Por otra parte, una de las grandes asignaturas pendientes de este Córdoba. Porque se recupera el balón o demasiado cerca de Stefanovic o, incluso, cuando el rival ha finalizado jugada. Y así será mucho más difícil. Entre otras cosas, porque Carrión sólo tiene a un jugador capaz de realizar algo diferente por dentro, Javi Lara, que en la última media hora de encuentro se mostraba completamente desfondado después del ritmo que imprimió en los últimos 20 minutos del primer tiempo. De hecho, sólo dos ocasiones generó el Córdoba en la segunda mitad y una de ellas salió de los pies del montoreño con un pase a Jovanovic. El cordobés se encontraba prácticamente al borde del área propia.

Problemas de concepto que se acumulan a los individuales, lo que provoca una sensación máxima de debilidad defensiva. En lo ofensivo, el equipo muestra otras cosas, virtudes, no sólo las de Javi Lara, aunque tendrá que tomar nota Carrión de muchos interrogantes. La escasa capacidad de llegada por dentro desde la segunda línea, algo que sólo le da Markovic y, en mucha menor medida, Aguza. El catalán, al menos, es más ordenado que el serbio. Y ya que se juega con un delantero, éste no puede caer a ninguna de las bandas, ni tan siquiera a ayudar, porque simplemente el equipo se queda sin capacidad de remate.

Muchas incógnitas a despejar, un calendario nada fácil, pero también un mundo por delante para poder enderezar. Matizar, corregir, elegir a los idóneos. Nunca dar un bandazo, dar la vuelta al calcetín ni «donde dije digo en verano digo diego en otoño». Para esos cambios ya está el mismo presidente del club.