Una genialidad de Reyes da la victoria al Sevilla B. Así destacaba el compañero Rafa Peralbo en su crónica al mago de Utrera y su influencia en el juego de su equipo. José Antonio Reyes tenía 17 años y medio y decidió sobre el césped de la ciudad deportiva, casi recién estrenado, el encuentro contra el Córdoba B de Rubén Cuesta, Curro Vacas, Andrés Armada y Dani Lanza. «Cada vez que uno, Antoñito o él, cogían el balón, era un espectáculo», recuerda Lanza casi 17 años después. En los banquillos, Pepe Murcia y Manolo Jiménez. El de El Arahal le había aconsejado cortarse el pelo, ese que lucía en la famosa foto de niño con la camiseta del eterno rival. Esa genialidad en Camino de Carbonell fue un gol anotado desde el centro del campo y el utrerano ya había debutado con el primer equipo. Eran tiempos de adolescencia, en la que se gastaban bromas como meter en la ropa interior de los compañeros Radiosalil. Aquel triunfo convertía al filial sevillista en el primer campeón de la temporada en todas las categorías nacionales, a pesar de que se jugó un 25 de marzo del 2001. Eran los primeros pasos de un chaval que ya con nueve años destacaba en los partidos entre colegios en su Utrera natal. De familia gitana, a Reyes se lo comió el fútbol, ya que ha respirado fútbol durante los 34 años que tiene. Dejó la EGB en quinto curso y los ojeadores sevillistas, al verlo, identificaron a un chaval diferente al resto. Porque a Reyes hay que entenderlo desde el fútbol. Como a cualquier genio, no se le puede despojar del motivo de su brillo. Prácticamente desde adolescente, en sus inicios en la élite y tras un duelo del Sevilla en el Bernabéu, un periodista hoy frecuente en los debates nocturnos futbolísticos le espetó que se explicaba «como un libro cerrado». Reyes respondió con tranquilidad: «Yo no vengo aquí a explicarme bien. Para eso está usted. Yo vengo a jugar al fútbol».

«Los padres de Reyes han sido muy importantes en la negociación, ya que su padre no se quería morir sin ver a su hijo vestir los colores blanco y verde», reconoció Oliver el martes. O verde y blanco, religión a la que permanece fiel su progenitor, Paco. Si hay alguna remota manera de entender a Reyes fuera del fútbol es desde la familia, un núcleo fundamental para lograr una mínima comprensión del genio de Utrera. Baste como ejemplo su paso por el Arsenal de Los Invencibles. Aquel equipo con Pires, Henry o Bergkamp, entre otros ganó la Premier en la 2003/04 con 26 triunfos y 12 empates. Reyes llegó en el mercado invernal de aquella campaña y algunos relatos de los pasos por el aeropuerto de Heatrow de varios de sus familiares pertrechados de jamones, embutidos y vino que iban directamente a tres frigoríficos en su casa traspasan ya la leyenda. Y, a pesar de que en la capital londinense vivía con su familia y su novia, alegó falta de adaptación para buscar una salida. El exblanquiverde Lauren comentó en una entrevista que, al llegar los campos de entrenamiento del Arsenal, en pleno enero y con un manto nevado en la ciudad, exclamó: «¡Pero qué hago yo aquí!».

Para entonces ya había sido llamado por la selección, entrenada en el 2003 por Iñaki Sáez, que le hizo debutar en el combinado nacional. Pero el momento álgido de Reyes fue mediático, con protagonismo compartido con Luis Aragonés y con un malo de fondo. Las cámaras captaron el momento en el que el Sabio de Hortaleza intentaba motivarle -uno de los grandes problemas comunes para todos los entrenadores que ha tenido- para sacarle todo el jugo: «Dígale usted al negro que usted es mejor que él». Con algún taco, sí, y refiriéndose a Thierry Henry. Reyes sonreía, sólo sonreía. Entre otras cosas, porque a los genios no hace falta motivarles. Sacan su magia o no, pero esta no depende de las palabras de otros.

Siempre blanco y rojo

Se marchó cedido al Real Madrid y a pesar de sus intermitencias, apariciones y desapariciones, volvió a dar un momento épico, para el recuerdo. Su salida al campo en el Bernabéu para superar el gol inicial del Mallorca en el último encuentro liguero resultó fundamental para la remontada blanca y la consecución del campeonato liguero. Creyó el utrerano que bastaría para que la cesión se convirtiera en fichaje, pero en realidad fue el vecino de la capital el que se fijó en él. Sevilla, Arsenal, Real Madrid, Atlético de Madrid... El blanco y el rojo eran los colores básicos que decoraban su fútbol. Los colchoneros lo cedieron al Benfica porque tampoco Manzano logró comprenderle, pero en su regreso al Vicente Calderón, con Quique Sánchez Flores como entrenador (ya lo tuvo en el club portugués) marcó de nuevo puntos álgidos. «Como todo genio, funciona a impulsos, pero entonces eran continuados», comentó sobre el utrerano el hoy entrenador del Espanyol, club en el que se reencontrarían por tercera vez en sus carreras.

«Muy sensible»

«Parece que todo le da igual o que todo le atormenta. Nadie lo sabe y él tampoco». Así definió a Reyes y su forma de enfrentar la competición Javier Aguirre. Pero antes de recalar en Barcelona junto a Quique Sánchez Flores le esperaba el regreso a su cuna futbolística, al inicio de sus primeros destellos, al origen de su genialidad. Tres títulos de Europa League consecutivos del Sevilla, con Reyes como capitán y ya en la fase final de su carrera futbolística, marcaban un colofón digno de la calidad que atesora el utrerano. Pero aún le esperaba al sevillano una última caída, una nueva entrada en la oscuridad del túnel en la siguiente temporada, la última. Volvió a unirse a Quique Sánchez Flores en el proyecto chino del Espanyol y, simplemente, la cosa no funcionó. Desde el pasado verano estaba sin equipo y vivía, de nuevo, un momento difícil en su carrera. «Es muy sensible y las cosas le afectan muchísimo», avisó Antoñito hace un tiempo en una entrevista. El lunes fue contactado por Jesús León a través de un conocido común en el Sevilla. Luis Oliver se desplazó a la capital hispalense por la mañana y estuvo reunido con él y su familia hasta que tuvo que marcharse al aeropuerto a recoger a Aythami. Pero el acuerdo ya estaba cerrado. Paco quería verlo vestido de blanco y verde o de verde y blanco. La capacidad de convicción del navarro funcionó o, simplemente, José Antonio Reyes encontró un argumento para volver al fútbol en el Córdoba mirando uno de sus tatuajes en su brazo: «No importa las veces que me caiga, sino las que me levante», un lema recurrente en su carrera futbolística. Ahora, José Antonio Reyes intenta hacer causa común y convertirlo en un punto de referencia para el Córdoba. En blanco y verde.