Anoche, el presidente y el entrenador del Córdoba CF comparecieron en Onda Mezquita y Alejandro González dejó variados mensajes, valoraciones y opiniones, muchas de ellas rebatibles, como mínimo, y alguna, tristemente conocida. Como aquella de que “hablar de dinero es una ordinariez”. En su primera acepción, una ordinariez es una falta de urbanidad y cultura. La urbanidad es “comedimiento, atención y buen modo”, es decir, lo opuesto a poner un castillo hinchable para una fiesta familiar en una instalación municipal, prohibir la entrada a dicha instalación a personas o fabricarse un palco privado con cristales tintados, por poner algunos ejemplos. En su segunda acepción, una ordinariez es una “acción o expresión grosera”. Dirigirse a alguien en un medio de comunicación como “este tío” podría ser un buen botón de muestra. Hay que tener espíritu -sólo el espíritu- de becario, para aprender y, lo que es más importante, saber escuchar para poder aprender. Pero en lo demás, como gobernar una casa, una familia o una empresa, se deben tener más cualidades que las que quiere ver un familiar en uno. Porque entonces se llega al nepotismo. Lo peor que le puede ocurrir a una casa, a una familia, a una empresa o a un gobierno es que esté dirigido por un becario. Hablar de dinero es, simplemente obligado. Sobre todo cuando el dinero que se maneja no es de uno. Un escaparate de esto es la política, en la que constantemente se habla de él. Pero también en las instituciones en los que las dirigen o participan de ellas. El Córdoba es un club de fútbol, una sociedad anónima deportiva, un representante deportivo de cientos de miles de personas y, también, una institución. No voy a hablar de sentimientos porque no soy quién para ello. Todo eso y mucho más es el Córdoba, del que Alejandro González dirige -por elección de su padre, sin debate posible- la sociedad anónima deportiva. En el resto de planos y vértices de los que se compone el Córdoba CF no sólo no lo preside, sino que no le quieren, ni le reconocen como cabeza visible, según lo manifestado en años contra su padre y en esta temporada contra él también. Quien presidía el Córdoba y dijo aquello de que “hablar de dinero es una ordinariez” debería haber sabido, para poder explicárselo a su sucesor, que para encabezar una sociedad anónima sólo hace falta dinero -o un pariente con él-, pero para liderar un proyecto, una institución y ser secundado por cientos de miles de personas bajo una misma idea y un sentimiento común hacen falta algo más que unos miles de euros.

Los que tenemos una edad poseemos menos capacidad de aprendizaje y adaptación, por lo que muchos de nosotros somos casos perdidos. Pero el presidente del Córdoba, el más joven del fútbol profesional, cuenta con algo más de un cuarto de siglo. Por ello, no debería quedarse con el discurso facilón y vacío que iba escrito, por lo que parece, detrás del título de presidente. Tiene la posibilidad de llegar a donde su antecesor fue incapaz y disfruta de esa juventud con la que liderar algo más que una herencia, la sociedad anónima deportiva Córdoba CF. Pero parece no estar interesado, a pesar de sus 26 años, en intentarlo siquiera. Que no le atraiga el fútbol no es noticia, pero de ahí a llamar “clientes” a los aficionados y abonados del Córdoba no es sino una muestra de eso, precisamente, de limitarse a ser sólo el presidente de una sociedad anónima comprada por su progenitor. Desmoralizó a muchos que se quedara sólo con la mitad de los “deberes” que dijo llevar al plató. Según esos deberes, los abonados de varios equipos que han jugado el play-off “y algunos que no, como el Lugo” habían pagado entre el 80 y el 240% más que los cordobesistas. En sus abonos más baratos, además. Pero no dijo -las hojas de esos deberes se las comió el perro-, que el Girona tiene menos de la mitad de abonados que el Córdoba. Que el Lugo anda incluso por debajo o que el Getafe tiene que aguantar continuas burlas sobre lo “amplia” que es su masa social. Sólo le pondré un ejemplo: los ingresos por abonos del Girona, en esta temporada, no han llegado a los 800.000 euros. Los del Córdoba, 1,5 millones. Estoy seguro de que en universidades con fama como Cunef se explica eso y mucho más y, por lo tanto, se deja claro que a menor clientela (real y/o potencial), mayor precio y viceversa. El Girona, con su abono más barato, un 83% superior al del Córdoba, no habría llegado nunca a 1,5 millones de euros aun llenando Montilivi de carnets.

Si en matemáticas parte de los deberes se quedaron incompletos porque se los comió el perro, en historia, simplemente, se acudió a la excusa de una enfermedad. Junto a los precios de los abonos se fija cada verano el objetivo del club, de la sociedad anónima, si prefiere, e hizo una desafortunada comparación con lo que se paga por los servicios de un operador telefónico. Básicamente dijo que si se paga poco por los abonos, poco se puede exigir. No creo que quisiera decir que su antecesor en el cargo mintió o engañó a los 15.755 abonados al asegurarles que se pelearía por el ascenso, pero desde luego hubo quien pudo entenderlo así, aplicando verbos más gruesos. Esa exigencia es la que se impuso desde la llegada al Córdoba de su progenitor y ha dado como resultado tres eliminatorias de ascenso, un ascenso a Primera y dos ascensos del filial, que aún sigue en Segunda B. Él mismo, como nuevo presidente, dijo en su entronización que “cada año en Segunda es un fracaso”. Pero quizás ahora, después de tres temporadas de fracasos en los que la entidad ha ingresado casi 70 millones de euros (que se dice pronto) siendo la que menos ha invertido en fútbol en dos de ellas, se haya pensado en la sociedad anónima que es la hora de “numantizar” al Córdoba. Siempre en Segunda, sin ningún tipo de aspiración pero ingresando, mínimo, 10 millones de euros por año. Con un gasto de plantillas de entre 3,5 y 5… Todos hacemos cuentas. Sería, en todo caso, una “numantización” light, ya que los sorianos advirtieron ayer a los suyos que, de conformidad, nada, que su nueva ciudad deportiva ha supuesto una inversión de más de 13 millones de euros.

Como le dije una vez a alguien hace unos años, el mayor éxito de un presidente de un club de fútbol es que su reconocimiento o censura no dependa nunca del resultado del último partido. Para ello no hay sino trabajar tanto o más en todo lo que rodea al Córdoba CF que en el propio fútbol. ¿Y quién trabaja entonces en el fútbol? Pues los profesionales, que para eso se les paga y es su cometido. Como ya le dije en una anterior ocasión a Alejandro González con el problema generado por el club con la afición y los focos de animación, ánimo sincero. Si le dejan.