La llegada de José Ramón Sandoval al banquillo del Córdoba supuso una revolución total en el rendimiento deportivo del equipo, que hasta entonces había conseguido solo 19 puntos en 26 partidos jugados. El de Humanes cogió al Córdoba antepenúltimo a 11 puntos de la salvación y con los peores números defensivos de Segunda División. 49 goles había encajado el Córdoba hasta su llegada, a casi dos por partido disputado. El madrileño supo cambiarle la cara al equipo y desde la solidez defensiva recuperó el pulso de la permanencia.

Con Sandoval, el Córdoba encajó 16 goles en otros tantos partidos y, además, marcó 27 tantos. De un golaveraje general de -19 se llegó a una diferencia negativa entre goles a favor y en contra de -8. Pero en lo que más aportó a la remontada bestial del Córdoba en pos de la salvación fue en la capacidad de ganar partidos. Con Luis Carrión, Juan Merino y Jorge Romero el equipo blanquiverde solo venció cinco encuentros de 26 disputados, mientras que con el técnico madrileño se ganaron diez de los 16 en disputa. Sus números fueron de ascenso directo en una proyección a temporada completa, es más, habrían servido para que el Córdoba se hubiese proclamado campeón de la categoría de plata.

DEL OSTRACISMO A TITULARES / Pero si estas cifras son suficientes para entender el giro que Sandoval dio al Córdoba, no bastan para comprender el proceso que se vivió en el vestuario desde su llegada. El madrileño se encontró con un vestuario hundido y con la moral por los suelos, como reconocieron varios jugadores al término de la temporada. Su principal trabajo fue el de hacer creer a futbolistas que rindieron hasta entonces por debajo de su nivel que era posible sacar los puntos necesarios para firmar la permanencia. Con Sandoval se recuperaron a jugadores que apenas habían contado con oportunidades para los tres técnicos anteriores. Un caso especialmente ilustrativo es el de Miguel Loureiro. El lateral gallego no debutó en Liga con Luis Carrión ni tampoco con Juan Merino. Hasta la llegada de Sandoval se contó con Fernández y en menor medida con Caro para ocupar el carril derecho de la defensa blanquiverde. Sin embargo, el rendimiento tanto del cordobés como del sevillano fue deficiente en la primera vuelta y Sandoval decidió darle un giro al esquema táctico, incluyendo una defensa de cinco con Loureiro como carrilero. Fue entonces cuando el gallego demostró que, aunque aún en progresión, era un futbolista capaz de dar la cara en defensa y de aportar mucho en el juego ofensivo con llegadas desde atrás para doblar a su extremo. Loureiro consiguió incluso dos asistencias, ante Oviedo y Huesca, y jugó en diez de los 16 partidos en que Sandoval estuvo en el banquillo del Córdoba. Pero hubo otros futbolistas fundamentales en la remontada del Córdoba desde la llegada del técnico madrileño. Además, obviamente, de la aportación de los fichajes del mercado invernal -Reyes, Narváez, Quintanilla o Aythami, entre otros- destacó la aportación de Álvaro Aguado en la creación de juego y el manejo de la pelota. El jiennense comenzó la temporada en el Córdoba B y apenas disputó 171 minutos con el primer equipo con los tres primeros entrenadores. Con Sandoval no tuvo opciones en sus primeros partidos pero este le hizo salir en el descanso del partido de Alcorcón, que se saldó con victoria del Córdoba por 1-2. Desde entonces fue ganando en presencia en los esquemas de Sandoval, primero como futbolista de refresco, y finalmente con la vitola de titular. Aguado completó 789 minutos con el primer equipo en una temporada que, además de la salvación, acabó para él con su primer gol como profesional, anotado en los compases finales del feliz partido definitivo ante el Sporting. En el saldo positivo de Sandoval está el haber sacado brillo a un chaval que apunta maneras, llama la atención de muchos equipos y del que desde el club cordobesista se asegura que su renovación va bien encaminada. En definitiva, Sandoval consiguió darle la vuelta al rendimiento deportivo del Córdoba, al estado anímico y logró mejorar la eficacia de jugadores hasta entonces en el ostracismo. Una revolución que salvó al Córdoba y le permitió seguir en Segunda.